Soledad y José enfrentaron muchos problemas en su relación y en la familia en general. Ellos se habían casado para ser felices pero los problemas comenzaron a aparecer y como no habían aprendido a manejar los momentos de tensión, reaccionaban mal dejando de lado el diálogo.
“No hablábamos entre nosotros, por eso, todo era motivo de discusión, hasta las pequeñas cosas se transformaban en una pelea. Después ya era agresiones verbales y físicas, recuerdo los maltratos y empujones, a veces amanecía y nosotros seguíamos discutiendo. No podíamos ser felices de verdad porque si bien había uno que otro momento de alegría, no duraba, era momentáneo”, señala ella.
En un intento por consolidar la pareja decidieron tener un hijo, pero tampoco fue la solución. La felicidad de tener un hijo era opacada por los problemas entre ellos. “Mi hijo y yo tuvimos problemas de salud, entonces la situación empeoraba. Así fue como llegué a la Universal y al tiempo llegó mi familia”, agrega y reconoce que fue necesario perseverar en las reuniones y cadenas de oración para poder vencer las dificultades en su matrimonio.
“Recuerdo que seguía las orientaciones que me daban, oraba por mi familia y aunque en un primer momento las cosas no estaban como yo quería, seguía perseverando porque creía que el cambio iba a suceder. Dios iba a obrar un milagro en mi familia.
Producto del uso de mi fe, mi marido también empezó a ir conmigo y nos dispusimos a luchar juntos. Gracias al clamor y las oraciones por la familia fue que nuestro hogar fue reconstruido de manera tal que nunca más volvimos a protagonizar las mismas situaciones de maltrato o violencia. Hoy somos un matrimonio unido, si tenemos alguna diferencia, lo solucionamos hablando. Mi hijo y yo fuimos sanados, todo fue transformado. Ahora reina la paz, el amor, la felicidad y la tranquilidad en nuestra casa. Podemos disfrutar de hermosos momentos junto a nuestro hijo porque aprendimos a confiar en Dios y en Sus respuestas”, afirma sonriendo.
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