Silvia llegó a la Universal en una situación de miseria extrema: su esposo estaba desempleado, ella y sus tres hijos se alimentaban de lo que conseguían de la mercadería que tiraban los mercados. Era muy humillante la situación.
“Recuerdo que cuando vine a la iglesia no tenía dinero ni para comer, vivía de prestado, pasábamos hambre, porque mi esposo estaba sin trabajo, llegó a pedir en los mercados la comida que tiraban para alimentarnos. Cuando llegué comprendí lo que era el sacrificio y comencé a sacrificar, así mi vida fue cambiando”, cuenta.
La última Hoguera Santa fue una gran oportunidad para Silvia porque justo estaba pasando por un momento difícil. “Mi mi esposo había tenido un accidente y las cosas se iban complicando cada vez más. Como yo ya había sido respondida en otras campañas fui nuevamente al Altar. Teníamos unos ahorros y vendimos unas cosas y lo presentamos en el Altar de Dios”.
Luego de hacer el sacrificio Dios respondió, las puertas comenzaron a abrirse. Su esposo cobró una importante suma de dinero, lo cual les permitió invertir en su vida económica. “Logramos reconstruir toda la casa y comprar cosas nuevas que necesitamos. Además, comenzamos un emprendimiento juntos, compramos castillos inflables y peloteros. A raíz de la última Hoguera Santa las puertas se abrieron mucho más y nuestra vida cambió completamente. Remodelamos toda la casa y conquistamos un emprendimiento para chicos”, afirma Silvia sonriendo.
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