“Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de Mí mismo, y no Me acordaré de tus pecados.” (Isaías 43:25)
Delante del verdadero arrepentimiento, el perdón es inmediato. El arrepentimiento no es remordimiento. El remordimiento es solo un sentimiento de tristeza momentánea o vergüenza por algún error cometido. Sin ninguna actitud en relación al error. Esto hace que sea fácil cometerlo nuevamente.
Por otra parte, el arrepentimiento es marcado, principalmente, por la actitud.
Por el sacrificio de abandonar el error. El arrepentido tiene asco de lo que hizo y no quiere volver a hacerlo. Niega su propia voluntad para huir del pecado. A estos, el perdón les está garantizado, pues la misericordia y la justicia forman parte del carácter de Dios. Él, que conoce todas las cosas y de Quien nada está oculto, elije olvidar los pecados de quien se arrepiente.
“¿Qué Dios como Tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de Su heredad? No retuvo para siempre Su enojo, porque Se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7:18-19)
El perdón le está garantizado a quien presenta un sincero arrepentimiento.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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