Leé este mensaje y meditá al respecto
«Y el agua en el odre se acabó, y ella dejó al muchacho debajo de uno de los arbustos, y ella fue y se sentó enfrente, como a un tiro de arco de distancia, porque dijo: Que no vea yo morir al niño. Y se sentó enfrente y alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho que lloraba; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está». Génesis 21:15-17
Agar estaba con su hijo Ismael en el desierto, cuando sus recursos se terminaron, ella tiró la toalla. «Alzó su voz y lloró», esto muestra que su llanto no fue discreto. Sin embargo, el ángel de Dios no le pasó la mano sobre la cabeza, al contrario, sus primeras palabras fueron: «¿Qué tienes, Agar?». No se sensibilizó con su llanto, sino que ignoró ese drama, pero lo que le llamó la atención fue la voz del niño.
Dios escuchó su voz porque él era descendiente de Abraham. Creemos que, ante esa circunstancia, Ismael se vio en el derecho de exigir la promesa del Dios de su padre. Esto es fe, era todo o nada. Cargado por la madre sentimental, que solo miraba la situación, él no tendría ninguna oportunidad. Por lo tanto, ella lo dejó debajo del árbol para que muriera. En medio del silencio, Ismael hizo que su voz se escuchara. Dios no escuchó la voz del sentimiento (Agar), sino la de la fe (Ismael).
Vos podés estar sin fuerzas, no tener con quién contar, no tener ninguna perspectiva, pero en tu interior hay una fuerza: tu fe. La única fuerza capaz de mover la mano de Dios.
No intentes sensibilizar al Altísimo, Él no reacciona por nuestros dolores, sino por nuestra fe.
Si querés saber más sobre este tema, participá los miércoles, a las 8, 10, 12, 16 o 20 h, en el Templo de los Milagros, Av. Corrientes 4070, Almagro, o en la Universal más cercana a tu domicilio.