Una de las cosas más preciosas que nosotros, los que trabajamos en la Iglesia Universal, hemos recibido de Dios es la fe que el Señor Jesús nos dio para que, a través de esta, manifestemos Su fuerza, Su poder, Su presencia y Su gracia en nuestras vidas.
Recuerdo que cuando era niño, era el “patito feo” de la familia y todo lo que hacía salía mal. Cuando me reunía con mis amigos para remontar barriletes, siempre sucedía que el hilo del barrilete de otro chico venía con más fuerza y cortaba el mío, y yo me quedaba mirando, con el hilo en la mano, llorando.
Cuando yo hacía mis globos aerostáticos, en el momento de encenderlos, siempre se incendiaban. Cuando mi grupo de amigos iba a juntar mangos al Observatorio Nacional (los chicos siempre tienen esa manía de agarrar frutas en la casa del vecino), yo siempre era el último en correr.
En fin, era como si fuese un estorbo para el grupo, y solamente en la escuela me destacaba un poco.
E incluso después de haber crecido, aun así, continué siendo el “patito feo” del grupo. Hasta que un día conocí al Señor Jesús y con Él aprendí el secreto de la fe. Y fue entonces cuando dejé de ser despreciado e insignificante y comencé a descubrir la vida.
Aprendí que no basta solo con tener fe, es necesario ejercitarla, a través de actitudes y acciones en relación a lo que se cree.
Amigo lector, tal vez usted sea el último en su familia, en su vecindario y en su trabajo. Tal vez usted sea un rostro más en la multitud y nadie se preocupe realmente por usted. Tal vez usted sea despreciado y humillado, sin embargo la Biblia dice que Dios honra a los despreciados y exalta a los humillados. Pero, es solamente a través de su fe, que usted va a conseguir sobrepasar las barreras y los problemas que ha enfrentado.
Tal vez me pregunte “Pero, obispo Macedo, ¿cómo es posible esto?” Esto es posible a través de sus actitudes.
Es necesario que usted actúe, y tome una actitud en relación a lo que usted cree, porque es así que va a manifestar su fe.
La fe es la certeza, la convicción de hechos que no se ven. La fe no admite dudas.
Tengo la certeza de que, cuando usted comience a ejercitar su fe, su vida va a cambiar.
Aunque parezca que no hay una oportunidad para usted o una solución para su problema, sepa que siempre existe una solución cuando se ejercita la fe.
Y recuerde: es solamente ejercitando su fe, que usted va a alcanzar lo que usted quiere. Aunque las circunstancia a su alrededor puedan parecer las peores posibles, para nuestro Dios no existe nada que sea demasiado difícil. Y las maravillas que Él hizo en el pasado, hace en el presente y siempre que exista una certeza, una confianza de que Él existe y que bendice a quienes Lo invocan en Espíritu y en verdad.
¡Que Dios los bendiga abundantemente!
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