“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo (…) Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.” Hechos 8:14-25
Dios no hace acepción de personas, entonces ¿por qué unos reciben más rápido el Espíritu Santo y otros tardan más tiempo o no Lo reciben?
Después de haber resucitado, el Señor Jesús Se les apareció a los apóstoles y a otros 500, y aquellos que Lo habían visto resucitado comenzaron a hablar con fuerza de la Palabra de Dios y empezaron a ser perseguidos.
Cuando Felipe bajó a Samaria habló de Jesús resucitado y, aunque el pueblo de Samaria no se llevaba con los judíos, al escuchar la Palabra de Dios la aceptó y se lanzó.
Ellos no sabían nada, pero aceptaron por la fe al Señor Jesús y, entonces, el Espíritu Santo descendió sobre ellos.
Quizás la persona ha pecado y el diablo quiere convencerla de que el Espíritu Santo no es para ella, pero el problema no es el pecado, sino no querer dejarlo.
Cuando la persona escucha la Palabra de Dios, se rinde, dice: “Heme aquí, ¡haz de mí lo que Tú quieras!” y está decidida a abandonar todo, el Espíritu Santo desciende sobre ella y no hay nada ni nadie que pueda condenarla.
Pero, a veces la persona quiere a Jesús pero quiere también al mundo y no entiende que hay que dejar a un lado la vida mala y rendirse al Señor Jesús.
Cuando Felipe bajó a Samaria los samaritanos hicieron eso, aceptaron, dejaron a un lado su vida si Jesús, se rindieron y se entregaron.
“…Pedro y Juan habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo … entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo…” Hechos 8:15-17
¿Cuántas veces un siervo de Dios impuso las manos sobre la cabeza de alguien para que recibiera el Espíritu Santo y eso no sucedió? ¿Por qué?
Porque faltó esa entrega total. ¡Todo o nada!
Los samaritanos dijeron: “¡Hasta aquí llegamos! ¡No queremos vivir más sin Jesús!”
Y Lo recibieron.
Basta que la persona crea en Jesús y entregue toda su vida en las manos de Dios como hicieron los samaritanos.
El problema no es el pecado, sino la falta de decisión porque, si alguien se rinde, la sangre de Jesús lo lava dejándolo blanco como la nieve y el Espíritu Santo desciende.
¡Es todo por TODO!
Las personas quieren estar con Dios pero también quieren estar afuera…¡no se puede!
Piense en esto.