Si usted piensa que Dios vive tranquilo, feliz allá, en el Cielo, siendo adorado por los ángeles, arcángeles y querubines, que está feliz… No es así. Dios sufre más de lo que usted pueda imaginar, más que toda la humanidad junta.
Él dice: “… Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”, (Isaías 57:15).
Piense bien, cuando usted ve a un ser querido muriendo, ¿se alegra? Imagínese cuántas almas en este exacto momento se están yendo al infierno y Dios no puede hacer nada. ¿Por qué? Él nos dio el libre albedrío, el derecho a elegir, por eso su vida solo depende de usted. Si elige el bien, del bien cosechará beneficios, pero si elige el mal, del mal cosechará maleficios.
Y, ¿qué tiene que ver Dios en su elección? Él habla, y por eso mandó a Sus discípulos por todo el mundo a predicar el Evangelio, para que hablen con las personas. Mi trabajo es hablar, anunciar, divulgar, profetizar: “Miren, ¡el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel está en nuestro medio y quiere cambiar su vida! ¡Acéptelo! ¡Entréguele su vida a Él!
Pero si usted dice “no, yo no quiero, quiero continuar viviendo de la manera que a mí me gusta”, Él no puede hacer nada.
La fe inteligente nos obliga a hacer lo que tiene que ser hecho, y su vida depende de su decisión. Ni Dios ni el diablo pueden impedirle elegir, porque el bien y el mal están delante de sus ojos, usted es el que va a elegir.
Yo elegí a mi Señor Jesús, entonces, puedo decirles que vale la pena poner toda la vida en el Altar, porque Él le sustentará.
Los que están en el Altar, viven del Altar, comen del Altar, se alimentan del Altar, porque el Altar es Dios, representa a Dios. Pero los que se alejan del Altar, van a pagar el precio de estar lejos del Altar.
Vea lo que Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a Mí; y al que a Mí viene, no le echo fuera.”, (Juan 6:37). Quien me trajo a Jesús fue el Padre, quien lo lleva a usted a la Iglesia, fue el Padre, pero para que entregue su vida al Altar. Y si usted no se entrega, Él no lo puede aceptar.
Todo depende de usted, de su querer, del derecho a elegir que usted tiene.
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