Todos conocemos la historia de Job.
Job era el deleite de Dios… y la rabia del diablo.
Derribar a Job significaba tanto para el diablo que él fue a ver a Dios dos veces. Imagínese al diablo teniendo el descaro de juntarse con los hijos de Dios y llegar hasta la presencia del Señor, todo con un propósito: destruir al siervo de Dios.
“Y el SEÑOR dijo a Satanás: ¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” Job 1:8
Job, más allá de su integridad, reverencia y conducta irreprensible para con Dios, amaba a su familia y sacrificaba por ella. Dice la Biblia que él hacía eso “siempre”.
“Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job enviaba a buscarlos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones. Así hacía Job siempre.” Job 1:4-5
Es probable que los hijos no le prestasen atención a esa actitud del padre. Tal vez ni se daban cuenta de que lo que los protegía era esa intercesión continua al Dios Vivo. ¿Cuántos padres y abuelos hacen eso en los días de hoy por sus hijos y nietos y, al final, encima son criticados? Pero Job continuaba, porque él sabía que para Quién estaba santificando a sus 10 hijos.
Job era “el más grande de todos los hijos del oriente”, así está escrito. Él tenía SIETE hijos y TRES hijas. Su hacienda era de SIETE mil ovejas, TRES mil camellos, QUINIENTAS juntas de bueyes y QUINIENTAS asnas.
Job perdió todo eso en un ápice, incluyendo la salud. Su cuerpo quedó cubierto de úlceras malignas, desde la planta del pie hasta lo alto de la cabeza. Job golpeó el fondo del pozo, pero siguió siendo el mismo hombre.
La historia acaba como conocemos:
“… oró por sus amigos; y el SEÑOR aumentó al doble todo lo que Job había poseído.” Job 42:10
“El SEÑOR bendijo los últimos días de Job más que los primeros; y tuvo CATORCE mil ovejas, SEIS mil camellos, MIL yuntas de bueyes y MIL asnas. Y tuvo SIETE hijos y TRES hijas.” Job 42: 12-13
Pero… ¡algo parece estar equivocado aquí! Las cuentas no corresponden al “doble” como deberían. Con los animales está correcto: el doble de siete es catorce, el doble de tres es seis y el doble de quinientas es mil. ¿Pero y los hijos e hijas? No se duplicaron. Si es el doble, deberían ser CATORCE hijos y SEIS hijas…
¿Se acuerda de la oración, de la santificación, del despertar de madrugada y de los sacrificios que Job ofrecía siempre por sus hijos e hijas? ¿Piensa que Dios no iba a considerar eso, o que Se olvidaría? Job los separó (los santificó) para Dios, y Dios los tomó para Sí. Cuando supo la noticia de su muerte, él dijo:
“El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó; bendito sea el nombre del SEÑOR.” Job 1:21
¡DIOS NO SE EQUIVOCÓ EN LAS CUENTAS! Es más, Dios nunca Se equivoca. El día que partimos de este mundo, no es el fin. Puede serlo para las ovejas, los camellos, los bueyes y las asnas y todo lo que es material – esa es la razón por la cual Dios le devolvió el doble – pero no es así para el hombre.
“La oración eficaz del justo puede lograr mucho.” Santiago 5:16
…y Job sabía eso.
No tome actitudes teniendo como límite el día de su muerte.
No invierta en 60, 70 u 80 años. Use esa corta experiencia para invertir en la eternidad.
Piense bien antes de desistir de orar y sacrificar por un familiar solo porque no vio un cambio inmediato. A fin de cuentas, el alma de él es eterna.
Y para comprobar que en el final Dios no le queda debiendo nada a nadie:
“Y en toda la tierra no se encontraban mujeres tan hermosas como las hijas de Job (…) Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro generaciones. Y murió Job, anciano y lleno de días.” Job 42:15-17
Colaboró: Pastor César Ribeiro