Adriana e Ignacio, estaban marcados por su pasado. Esos conflictos condicionaron sus vidas hasta que tuvieron su encuentro con Dios. “Desde chico fui testigo de agresiones en casa y de vicios. Mientras crecía, pensaba que no quería ser así, pero yo también me convertí en un adicto.
No podía evitarlo, tuve varios fracasos sentimentales y terminé siendo como mi padre”, relata Ignacio.
Adriana llegó con la frustración de un matrimonio que fracasó: “Él me maltrataba, me agredía, y por venganza busqué amantes. Era muy agresiva, un día le clavé un cuchillo en el brazo, tenía mucha bronca dentro mío, finalmente me divorcié”, comenta.
Ellos conocieron la Universal por separado, primero necesitaron curarse interiormente: “Fuimos participando y Dios cortó la maldición.
Nos conocimos, nos casamos y hoy estamos felices, no hay agresiones, hay paz y felicidad gracias a Dios”, concluyen.
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