Sea completamente sincero: si usted no tiene ninguna deficiencia, ¿qué piensa, en un primer momento, al ver a un discapacitado? A pesar de que ya estemos en el siglo XXI, muchas personas aún ven a estas como una molestia. Algunos incluso llegan a hacer bromas de mal gusto, sin importarles si eso ofende. Pero, ¿cómo es estar del otro lado?
“No me mire de arriba abajo”
Jonathan Novick, de Nueva York, es un joven de 22 años que, como tantos otros, trabaja y estudia. Pero, al transitar por las calles y en el subte, lo llaman “cosita” o “aberración”. Es fotografiado con celulares descaradamente y oye preguntas absurdas. Jonathan tiene enanismo – persona llamada comúnmente como enano.
Cansado de esto, grabó un video, posteado en YouTube, en el que con una cámara escondida muestra esos absurdos. Viendo las imágenes por los “ojos” del joven, son aún peores. Él finaliza la grabación con una propuesta: “Al encontrar a alguien diferente a usted, piense en cómo debe ser difícil su cotidiano. Usted puede formar parte de su día de forma buena o mala”.
César Paranhos, de 28 años, es un periodista paulista. Como resultado de una dificultad en el parto, nació con parálisis cerebral. Según él mismo dice, su cerebro tenía un poco menos de velocidad que la considerada normal. Su capacidad motora fue perjudicada y por eso necesita usar una silla de ruedas. Sin embargo, sus padres no lo mimaron ni lo vieron como menos capaz. Lo matricularon en escuelas normales, para que él se esforzara en seguir el ritmo de sus compañeros. Funcionó. No obstante, la silla de ruedas está allí y eso no le impide oír ‘chistecitos’.
Cierta vez, en compañía de amigos en un restaurante, se le acercó el gerente, quien le pidió que saliese del establecimiento por estar “incomodando a los demás clientes”. César, en vez de crear problemas, aconsejó que su grupo saliese de allí y que fuesen a otro lugar. “No arruinaríamos nuestra noche a causa de aquello.”
“No voy a negar que los límites físicos existen”, dice César, “pero aún peores son las limitaciones impuestas por la sociedad, que no ve nuestras cualidades. Algunos piensan así: ‘Ah, César usa silla de ruedas’ y se queda con esto. Mucha gente no ve que también soy periodista y que hago un montón de otras cosas”, afirma. Cuando perdió a su padre, hace cinco años, su vida fue más difícil. “De repente, tuve que ser el ‘hombre de la casa’ y asumir la familia.”
Aun así, las miradas por la calle continúan. “Antes eso me molestaba mucho. Después aprendí que siempre me van a mirar y por diversos motivos, como curiosidad y desinformación. Pero hoy logro lidiar mejor con esto”, considera. “Lo peor son los comentarios: ‘Pobrecito, estás enfermo, lisiado’. Entonces respondo: ‘No, solo uso silla de ruedas’. ¿Por qué lisiado? Incluso hago más que otras personas. No es por el hecho de estar en una silla de ruedas que soy ‘menos que los demás’.”
César cree que las cosas están cambiando positivamente en la manera como las personas ven a los discapacitados. Pero las situaciones como las enfrentadas por el norteamericano Jonathan Novick muestran que el camino aún es largo. “Está mejorando, pero eso es un cambio cultural y realmente requiere tiempo. Psicológicamente, yo no me veo como un ‘pobrecito’, pero lleva tiempo hasta que demás se den cuenta de lo mismo”, evalúa César.
Este cambio de mentalidad, según el joven periodista, es imprescindible para que las cosas ya tan discutidas, como la accesibilidad y la inclusión, sean realizadas de forma correcta. “No sirve de nada que una empresa, una facultad y un shopping nos reciban mirándonos con cierta lastima, como si hiciesen una gran caridad”. Y agrega: “Sentimos la diferencia cuando podemos entrar a un lugar de estos o circular por la ciudad pero con algo imprescindible: dignidad”.
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