Cuando se habla de felicidad, rápidamente vienen a la mente el bienestar físico y sentimental, el éxito económico y la fama. Pero, aunque las conquistas materiales estén prometidas en las Sagradas Escrituras, no hacen a una persona feliz de verdad.
El Señor Jesús, en el Sermón del Monte, reveló el secreto de la verdadera felicidad:
“Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el Reino de los Cielos”. Mateo 5:3
Bienaventurado significa ser feliz de verdad. No quiere decir que, para alcanzar esta condición, es necesario ser carente económicamente. Incluso, existen personas de bajos recursos, en todas partes del mundo, pero que son orgullosas y soberbias. En contrapartida, algunos ricos son conocidos por su humildad para aprender, cambiar, mejorar, obedecer y practicar la Palabra de Dios.
El Señor Jesús aclara que esta bienaventuranza se refiere al pobre “en espíritu”, lo que tiene que ver con su mente, inteligencia y razón. Quien elige ser “pobre en espíritu” reconoce su humanidad e imperfección, y busca siempre cambiar, mejorar y madurar.
Debés saber que lo que produce la verdadera felicidad nunca podrá ser comprado con dinero. Incluso, tenés derecho a conquistar riquezas y es una promesa de Dios que puedas comer y disfrutar de lo mejor de esta Tierra, pero solo serás feliz cuando tengas Su presencia, Su paz y Su bendición, cuando tengas la seguridad de que sos un ciudadano del Reino de Dios.
Eso no significa que uno tiene que ser perfecto, porque, al fin y al cabo, todos los seres humanos somos fallos. La diferencia recae en no vivir en pecado. Siendo así, cuando uno comete un error, entonces reconoce lo que hizo, lo confiesa a Dios y abandona su falla. Si te bautizaste en las aguas sinceramente, Le probaste a Dios que ya no sos esclavo del pecado, tomaste posesión del Perdón Divino y pasaste a ser fiel a Sus Palabras.
Quien puso su vida en las Manos de Dios tiene la seguridad de que, si muere, enfrentará la muerte sin miedo, porque conoce el destino de su alma.
Sin embargo, si tu espíritu, tu mente está cauterizada por la soberbia, la duda, la acusación, el orgullo o el egoísmo, si buscás la venganza cuando alguien te ofende, entonces no te comportás como ciudadano del Reino de Dios.
“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, os hicisteis obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la que fuisteis entregados”. Romanos 6:17
Cuando una persona está lejos del Creador, es esclava del mal porque no obedece la Palabra de Dios, sino a la soberbia, a sus propios instintos y paga el mal con más mal.
“Y habiendo sido libertados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia”. Romanos 6:18
Dios es Justicia. Al haber sido liberados de la esclavitud que este mundo impone, al ser perdonados, somos libres para servir a Dios, no por obligación, sino por amor, fe, gratitud y lealtad. Eso es lo que Él espera de nosotros.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla”. 1 Corintios 10:13
Las tentaciones vendrán para intentar que uno ensucie su corazón, mire con malos ojos, hable, sienta lo que no debe y actúe con soberbia. Pero, cuando eso suceda, acordate: ya no sos esclavo del pecado, ahora sos siervo de Dios.
Y AHORA, ¿QUÉ HAGO?
Ya aprendiste cómo encontrar la verdadera felicidad. Entonces, es momento de que te hagas estas preguntas: “¿Qué actitudes tomaré a partir de lo que aprendí? ¿Cómo debo actuar para ser pobre en espíritu?”. Escribilo y llevalo el domingo a la Universal más cercana a tu casa.
Te esperamos en Av. Corrientes 4070, Almagro, a las 9:30 h, así como también a las 7 y 18 h, y en todas las sedes de la Iglesia Universal del país.