Muchos buscan esas novedades en lugares escondidos y oscuros de las religiones que, a veces, tienen apariencia de santas y puras; sin embargo no pasan de ser cuevas de lobos. Más que nunca es necesario fundamentarse en aquello que el Señor Jesús dijo y confiar en la plena dirección del Espíritu Santo para guiarnos a toda la verdad, conforme a la promesa del Señor.
El Espíritu Santo, a través de Pablo, dedica casi todo el capítulo 14 de la primera epístola a los Corintios para instruir a los cristianos sobre la variedad de lenguas. Algunos cristianos incrédulos creen que eso solo sucedió después de que descendió el Espíritu Santo en el día de Pentecostés:
“Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” Hechos 2:3, 4
Eso fue necesario para los extranjeros que se encontraban allí, como está descripto: “Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” Hechos 2:9-11
Actualmente, muchas iglesias y denominaciones afirman que no hay más evidencias de lenguas extrañas entre los que creen. Esto no deja de ser una aberración y hasta una falta de sentido, porque Dios no podría estar sujeto a la ausencia de una simple manifestación de lenguas para hacerles ver Sus grandezas.
Las variedades de lenguas que el Espíritu Santo nos concede son en función de la propia edificación de cada uno, conforme está escrito: “El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia.”, (1 Corintios 14:4).
Entonces, la variedad de lenguas en el sentido particular, es decir, cuando es hablada con Dios, tiene como finalidad la propia edificación. Esto es muy importante, porque a veces carecemos de edificación, por lo cual pasamos a enfrentar las luchas con menos fuerza y coraje. A veces, nos aislamos de todo y de todos, y es exactamente en este momento que se hace más necesaria la oración en lenguas extrañas, porque, orando así, nos reanimamos, pues hay una evidencia real de que no estamos solos, sino que Alguien vive dentro de nosotros. Creemos que hay dos aspectos dentro de la variedad de lenguas:
a) Las lenguas extrañas a los hombres en general son aquellas habladas por los ángeles, siendo totalmente desconocidas por los hombres en la Tierra. Sobre esto el apóstol Pablo afirma: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.”, (1 Corintios 14:2).
b) Las lenguas extrañas a la propia persona que habla y generalmente extraña a las que oyen, como por ejemplo: un dialecto o incluso una lengua humana. Sobre este tipo de lengua, el apóstol Pablo dice: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.” 1 Corintios 14:5
Esta interpretación puede suceder por la acción del Espíritu Santo o del propio oyente, como en el caso de Pentecostés.
Las variedades de lenguas son la manifestación de la mente de Dios por medio de los órganos del habla del ser humano. Cuando el cristiano está hablando en lenguas, su mente, su intelecto y su poder de comprensión permanecen completamente inactivos. Apenas en un punto es que la voluntad humana desempeña su papel: en el acto de estar de acuerdo en participar de esta experiencia con el Espíritu de Dios.
Cuando la persona habla en otras lenguas, es imprescindible que lo haga de manera disciplinada, sin escandalizar a los que no entienden nada. No son pocas las personas que, llevadas por las emociones, dan lugar a la carne, llamando la atención de las demás personas, en vez de buscar llamar la atención de Dios.
Cuando la carne se destaca, generalmente los demonios aprovechan la oportunidad para entrar y confundir a las personas, también hablando en otras lenguas. Ellos son buenos imitadores. Hemos constatado esa realidad en nuestra práctica diaria, al liberar a las personas de sus garras.
Es necesario estar con el corazón abierto solo para el Señor Jesús y, con alabanzas, esperar del Espíritu Santo el don de lenguas extrañas.
Texto extraído del libro “El Espíritu Santo” del obispo Edir Macedo