Hacer lo que es malo o lo que es bueno es una decisión exclusivamente nuestra. Estar en un ambiente desleal y decidir no corromperse o mantenerse en posición de fidelidad y con una postura íntegra delante de las dificultades son decisiones que nos ponen por encima de la tesis de que los fines justifican los medios.
Pero, ¿cómo evaluar si lo que hacemos es bueno o extremadamente malo? “La respuesta es dada única y exclusivamente por la vida que llevamos”, explica el obispo Júlio Freitas, en el artículo “¿Hacemos lo que es malo o lo que es bueno?”, publicado en el blog que lleva su nombre.
Él menciona que quien conoce la verdad de la Palabra de Dios y, aun así, decide hacer lo que es malo – lo que es contrario a Su voluntad, mandamientos y orientaciones – sufre las consecuencias. “El mal se aprovecha al ver que la persona está sin la protección divina. Entonces, ataca, oprime y esclaviza”, dice.
Obediencia
Una vida pautada en la Palabra – y no apoyada en hábitos religiosos – garantiza la posición de obediencia a Dios. No por miedo o imposición de alguien, el acto de someternos a Aquel al que amamos es una demostración de respeto. Sin embargo, cuando no existe esa consideración, la Palabra de Dios no tiene cómo cumplirse en nuestras vidas.
Por ejemplo, el pueblo de Israel desobedeció a Dios al levantar y venerar a un becerro de oro mientras esperaba el regreso de Moisés del Monte Sinaí. En un acto de indignación, Moisés rompió las Tablas de la Ley que traía consigo, con las orientaciones de conducta para que el pueblo viviese bien. Aquella actitud idólatra de las personas hizo que Moisés manifestara el dolor de Dios al ver la incredulidad y la desobediencia de aquel pueblo, como explica el obispo. Al romperlas, Moisés mostró que la Palabra de Dios quedaría impedida de cumplirse, ya que el pueblo así lo había decisido.
La Palabra de Dios, que es infalible e inmutable, no se concreta en la vida de aquellos que no se someten a ella. Es la desobediencia la que impide que las promesas de Dios se realicen. No existen excusas para la falta de respuestas que tanto se buscan. “La única manera de romper con la desobediencia es reconociendo y abandonando el error. Si usted elige no renunciar al pecado, entonces la Palabra de Dios no podrá ser cumplida. Esto no es culpa de Dios ni del pastor o de cualquier otra persona, sino solo de usted”, alerta.
El precio
Para los que buscan la liberación y protección para sus vidas, el obispo orienta: “Solo Dios puede liberar, proteger, guiar, bendecir, realizar y salvar. Es Él Quien está llamando su atención para que usted Lo busque con sinceridad, obediencia e indignación contra todo el mal. La unión de su vida entregada en el Altar del Dios Vivo y de la obediencia a Su Palabra resultará en su vida transformada para Su gloria. Solo depende de usted”, finaliza.
[related-content]