Él (faraón) dijo a su pueblo: “He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique…” ( Éxodo 1:9-10)
Uno de los mayores miedos del diablo es que el pueblo de Dios crezca, se multiplique, tenga poder y alcance condiciones financieras. Al diablo no le importa tanto cuando el pueblo tiene salud, pero sigue pobre; cuando tiene una buena familia pero sigue siendo pobre, cuando se libera de los vicios, pero sigue pobre, cuando tiene un buen carácter, pero sigue siendo pobre. ¿Por qué?
“Aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.”. (Eclesiastés 9.16)
Si el pueblo de Dios fuera pobre, nadie lo querría escuchar ni respetar porque la pobreza en este mundo es señal de fracaso. Los ricos son los escuchados. Ellos son quienes tienen influencia, es por eso que si el diablo quiere ahogar la Palabra de Dios; si él quiere detener el Evangelio; si él quiere atrasar el plan de salvación que Dios tiene para el mundo, sabe que una buena estrategia es impedir el crecimiento y prosperidad del pueblo de Dios.
Ese era el espíritu que había en el corazón del Faraón. No quería impedir solamente que el pueblo creciera sino también quería que Egipto creciera más que el pueblo de Israel. ¡Qué Faraón abusivo! Ese mismo espíritu continúa actuando hoy, esclavizando al pueblo de Dios.
“Oh Señor, sálvanos ahora, te ruego; Te ruego, oh Señor, que nos hagas prosperar ahora (Salmo 118.25)
Esa situación solo va a cambiar cuando el pueblo de Dios se indigne. Cuando aquel pueblo clamó, Dios tuvo que atenderlo por su alianza con él ya que había hecho un pacto de sacrificio. Entonces, Dios no podría ignorar al pueblo. Dios quiere que usted tenga una vida abundante. Pero hay alguien que quiere que usted sea pobre. Y usted sabe quién es.
Texto extraído del blog del obispo Renato Cardoso