“Patriotas el mate de chicha llenad, alegres brindemos por la libertad. Cubra nuestra mesa el vino y quesillo y el ají amarillo.”
Coplillas como esta se escuchaban con frecuencia por las calles de todas las ciudades de Perú y Latinoamérica, en los tiempos de la Emancipación. En ellas se prometía una mesa llena de comida con el cambio de gobernantes y se destacaban, además, las bondades de nuestros ingredientes más propios.
Consideramos al ají algo tan nuestro que en aquellas épocas se esgrimía como una prueba más de que españoles y americanos eran distintos; y de que como nuestra comida, no había otra en el mundo entero.
Sin embargo, el término ají no procede del quechua ni del aimara, sino del taíno haxi. El taíno era la lengua que hablaban los habitantes de las primeras tierras insulares, que pisara Cristóbal Colón por esta parte del mundo, la que actualmente conocemos como América.
Cuando Cristóbal Colón vio el ají, creyó que era pimienta (especia de gran valor en Europa, que procedía del lejano oriente) por lo que el ají hizo -entre otras cosas- que el descubridor confundiera las tierras encontradas, con lo que esperaba y pensaba ver: la India.
A su regreso a España, él mismo llevó consigo una gran cantidad de nuestro picante preferido diciendo que era pimienta (como prueba de que no había errado en sus cálculos). Esa confusión pronto se hizo extensiva a otros idiomas, por lo que aún en la actualidad al ají se le conoce en inglés como hot pepper, esto es, ‘pimienta picante’.
Con el tiempo, en otras lenguas, como el húngaro, evolucionará a páprika, una especie de “ají de color” del que podemos presumir que Perú es el mayor productor del mundo.
Muchos pimientos picantes y especias de parecido sabor han terminado recibiendo el nombre de pimienta. Sin embargo, el ají (que significa pimiento) supera en sabor picante a todas ellas, por lo que se le conoce por ese nombre.
El término ají comparte con el de chile el mismo referente. El chilli, es una palabra náhuatl, esto es, propia del idioma de los aztecas.
En fin, el ají podría haberse utilizado como el nombre de un país, teniendo en cuenta la cantidad de conquistadores que pasaron por las tierras donde era tan cultivado. Pero aunque no dé el nombre de un país, es suficiente con el sabor que da a nuestra mesa y a la comida de todo un continente en la actualidad, y quién sabe si también a la del propio Cristóbal Colón, por mucho que él viera pimienta donde había ají o pisara una tierra tan distinta de la que él pensaba pisar.