Sin embargo, es importante que los padres estén atentos
Jugar, hablar solo. De acuerdo con la psicóloga Tatiana Ades, es normal que los chicos tengan un amigo imaginario. “Él surge generalmente a los dos años de edad y puede mantenerse presente en la vida del niño hasta los siete. Ese es un proceso psicológico ‘necesario’, para que el niño pueda superar una carencia afectiva de forma saludable”.
Sin embargo, es necesario que los padres observen este comportamiento demostrando mucha naturalidad. “Ellos deben entender que esos seres imaginarios forman parte de esa etapa del niño, además de tener que respetar esa necesidad ‘creativa’ y no pelear o intentar impedir que los supuestos amigos aparezcan”, explica la psicóloga.
Además de saber lidiar con esta etapa, la observación de los padres es de suma importancia para verificar que esta relación con el amigo imaginario no está saliendo de los parámetros normales. “Es siempre normal cuando el niño ‘siente’ el amigo y no lo ve de verdad. La normalidad está justamente en el hecho de que ese amigo sea vivenciado interiormente por el niño. Es bueno resaltar que ella no está viéndolo u oyéndolo y que tiene conciencia de que él forma parte de ella, de su creación”, aclara Tatiana.
Para ella, aunque la criatura tenga una amistad intensa con este amigo imaginario, es necesario que tenga contacto con otros niños. “Los padres deben llevar al niño a jugar, conversar con él sentirlo en diferentes etapas y situaciones de la vida”.
Ella hace énfasis en que los padres deben observar hasta cuándo el niño mantendrá este amigo imaginario. “La edad es un punto fundamental. En caso de que continúe o aparezca después de los siete años de edad, si cree que ese amigo realmente existe y no fue ella quien lo creó, es necesario un acompañamiento profesional”.
Otro punto a ser observado es si el niño comienza a excluirse mucho de la realidad y de otras personas. “El amigo imaginario puede hacer con que ella se aísle mucho y, como ese amigo es especial en varios sentidos, los amigos reales pueden ser dejados de lado”.
El camino oscuro
La coordinadora general de la Educación Bíblica Infantojuvenil (EBI) de la Iglesia Universal, Margareth Pereira, también resalta el lado preocupante del amigo imaginario. “Es importante recordar que todo en la vida tiene límites y la etapa de la imaginación fértil también. Una cosa es que el niño juegue y ‘haga de cuenta’, otra es vivir aislado en la habitación, prefiriendo siempre al supuesto amigo antes que los demás. Eso es motivo para que los padres estén atentos”.
Ella cuenta que muchos chicos llegan a la EBI viviendo esta situación y, muchas de ellas, odian a los padres, amigos y hasta intentan suicidarse, inducidos por los “amigos invisibles”. “Es en este momento que dejan de ser fruto de la imaginación infantil y se convierten en algo negativo, manifestándose muchas veces, a través de voces. Esos son los llamados ‘erés’, fuerzas diabólicas que actúan en la vida de los niños, provocando enfermedades, insomnio y disturbios psicológicos”.
La búsqueda de ayuda por sus hijos y sus “amigos imaginarios” es siempre muy observada en la Iglesia Universal. Recientemente, el programa de la IURD TV, presentado por el pastor Antonio Moraes, trajo este tema a discusión. “Muchas madres piensan que es apenas algo psicológico o cosas de chicos, pero ese tipo de visiones no son normales, suceden por la influencia negativa del mal. Es necesario que se busque la liberación, tanto para los padres como para los niños”, alertó durante la transmisión.
Y para que esta liberación suceda, en la EBI hay un tratamiento dirigido para este tipo de problemas. “Las educadoras oran por los niños, hacen propósitos y llevan hasta ellas la Palabra de Dios, en un lenguaje claro y simple, haciéndoles entender, de forma delicada, que el Único y Verdadero amigo invisible que tenemos es Jesús, y que Él habla y nos enseña a través de Su Palabra. Gracias al empeño y dedicación de esas voluntarias, muchos niños han tenido sus vidas transformadas, liberándose totalmente de la actuación de esas fuerzas malignas”, explica Margareth Pereira.