“Este es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.”
(Juan 15:12-13)
El amor para el mundo es un mero sentimiento. Sin embargo, el amor del que el Señor Jesús habla es una actitud consciente y voluntaria. No es un mandamiento para que nos queramos unos a otros, sino “que os améis unos a otros, como Yo os he amado”. Y entonces explica el amor con el que Él nos amó: “que uno ponga su vida por sus amigos”. Amar, para Dios, es sinónimo de sacrificar.
Por ignorar el verdadero sentido del amor, hoy las personas se casan y se divorcian buscando una relación en la cual no necesiten sacrificar. ¡Imposible! “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y Se entregó a Sí mismo por ella (…) Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia.” (Efesios 5:25; 28-29)
Ese es el verdadero amor. Es ese cuidado el que sustenta a un matrimonio por toda una vida. Y que sustenta nuestra relación con Dios. El amor sacrificial con el que Jesús nos amó. El amor que entrega su propia vida, sus intereses, su voluntad.
El amor que es paciente, que no arde de celos, no se expresa inconvenientemente, no busca sus intereses, no se alegra con la injusticia. Lea 1 Corintios 13:4-8 y dígame si el amor descripto allí es un sentimiento. ¡Mil veces no! Es una actitud del espíritu, con total control emocional. Es el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros y que debemos también manifestar.
Aprenda a amar de verdad.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo