“Las apariencias engañan”, dice el viejo dicho, y es verdad. Muchas veces, deslumbrada por lo que sus ojos ven y encantada por algo que (no se engañe), es pasajero, la persona no logra ver más allá de un rostro bonito y un cuerpo atractivo.
Vivimos en una época en la que los verdaderos valores prácticamente se perdieron, en una era en la que lo que una persona ofrece es más importante y esencial que lo que es.
No quiere decir que la persona deba dejar de cuidar su apariencia, sino pensar que no se puede vivir solo del exterior, porque, como todo en la vida, termina, pasa.
Las actitudes, los gestos, las sonrisas, el comportamiento, cuando son positivos, terminan armando un escenario de una belleza perfecta y profunda, que no se deteriora con el tiempo, con el pasar de los años.
Por eso, tiene que tener sensibilidad y ver más allá de lo que los ojos puedan ver, mucho más allá de la piel, como afirma Renato Cardoso, refiriéndose a su esposa, Cristiane Cardoso, en uno de los fragmentos del libro “Matrimonio Blindado”, que él publicó recientemente en su blog:
“Cuando veo que sus ojos brillan, su persistencia en querer hacer el bien, la alegría de saber que hace la diferencia en la vida de alguien, allí veo una belleza profunda, mucho más allá de la piel. Es una belleza que está en su alma; y estoy feliz porque sé que esa belleza no envejecerá con el tiempo. Si usted no aprende a buscar la belleza interior de su pareja, su matrimonio estará destinado a la rutina, al aburrimiento y a la indiferencia de uno hacia el otro.”
Nada más allá de la apariencia
Hace poco más de 7 años que Fernando (nombre cambiado a pedido del entrevistado) solo permitía guiarse por lo que sus ojos verdes podían codiciar. Para él, lo que contaba era el momento y la belleza. Si una muchacha era atractiva y estaba dispuesta a embarcar una aventura amorosa, sexual y sin compromiso, allí estaba él, siempre listo, dispuesto, en plena actividad.
De tan mujeriego, no lograba afirmarse con una sola novia, y tampoco necesitaba esforzarse mucho: “Perdí la cuenta de cuántas mujeres seduje, de cuántas atraje, de cuántas me quedé encantado y encanté”, revela pensativo.
Mujeriego asumido, él tenía a su favor el vigor, la belleza y a muchas, muchas mujeres a su disposición. No se contentaba, por donde pasaba, dejaba su rastro.
Así vivió durante largos años de su juventud y en la adultez. Hasta que una tarde de verano cambió su vida radicalmente. Un accidente de motocicleta le quitó el vigor, parte de la gracia y, durante largos meses, la expresión.
En el hospital, entre la vida y la muerte, él pensaba en las 3 novias que tenía, una de cada lugar. Poco a poco ellas fueron desapareciendo, una a una, hasta que él se quedó completamente solo.
El accidente le dejó graves secuelas, le quitó parte de la movilidad y de la belleza; la belleza exterior, la misma que él tenía como puerta de entrada en las conquistas, la misma a la cual le daba mucha atención.
“Con el pasar de los meses y años me di cuenta que fui un tonto, que estaba en un camino completamente engañoso. Sé que necesitaba ponerle un freno y sucedió de una forma inesperada. Pero la culpa no fue toda mía. Por donde iba me coqueteaban, era seducido, ¿qué podía hacer? Por otro lado, sé que hice infeliz a muchas personas. Pero ahora eso no se puede cambiar, ya pasó, quedó en el pasado”, lamenta.
Si Fernando pudiera volver atrás, asegura que haría todo diferente, pero no se puede, entonces, él decidió cambiar su futuro.
“Hoy, llevo una vida completamente diferente de la del pasado. Incluso limitado (quedó parapléjico por el accidente) tengo valores, veo la vida desde otra perspectiva y, aunque de una manera brusca y dura, aprendí que el exterior se corrompe, pero lo que permanece es lo que está en el interior. No dejé de ser una persona alegre. El hecho de estar vivo ya es un gran milagro. Pero no soy el mismo hombre del pasado. Agregué muchos valores que, antes, lamentablemente, ni siquiera pasaban por mi cabeza”, concluye.
Por lo tanto, busque esa esencia, lo que proviene de su interior; cuídese, por supuesto, hasta porque la apariencia es, sin duda, su carta de presentación, pero no lo es todo, un día la misma terminará y, ¿qué ha hecho con su vida? ¿Qué ha conquistado, qué ha plantado y cosechado? ¡Piense en esto!
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