La fe sin emoción es el único instrumento de rescate del alma. Sabiendo eso, el infierno ha invertido fuerte para desviar su atención hacia el “amor-pasión”.
Ese tipo de amor libre y sensacional atrae a los movidos por la emoción, porque en nombre de él todo es válido. Hombre con hombre, mujer con mujer, anciano con joven, amor al dinero, al mundo y a su gloria, y demás…
El mal sustenta a ese sentimiento entre las personas con el objetivo de no solo llevarlas al matrimonio infernal, sino sobre todo producir por medio de ellas a criaturas rebeldes y potencialmente generadoras de otras tantas problemáticas. Resultado: caos social.
En cuanto al “amor-pasión” al dinero la desgracia no es menor. Este ha sido responsable por todas las injusticias sociales.
La preocupación del rico es poseer más y más. Aunque eso cueste la muerte de los hambrientos y la desgracia de los menos favorecidos.
Realmente, el dinero proporciona una sensación de seguridad y poder tal que hace que sus víctimas se olviden del futuro de su alma. Los necios se han rendido a tal pasión y han despreciado la fe.
Pero lo peor es que la fuerza de ese “amor” ha desviado la tenue fe de la mayoría de los cristianos. Inclusive la de los antiguos siervos de Dios.
El espíritu de la codicia invierte fuerte en el “amor-pasión” para atraer y rescatar, no solo a los “rebeldes” que dejaron su reino, sino también para sembrar matrimonios que generen hijos para la destrucción.
No solo con relación al dinero, sin embargo, mucho más con relación a las pasiones surgidas de la nada entre el hombre y la mujer. En ese aspecto su destrucción ha sido abundante.
En cuanto al dinero, en sí, no es malo. Pero el amor a él, ¡sí lo es! Como siervo es superfiel, pero como señor es extremadamente cruel.
Así como no es posible amar a dos mujeres o a dos hombres al mismo tiempo, tampoco la fe sobrenatural acepta de ninguna forma compartir. No se puede servir a dos señores…
Ninguno puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24