Es común que una persona acepte al Señor Jesús como Salvador cuando está al borde de la muerte. En tales casos, ni siempre es posible bautizar por inmersión.
Es común que una persona acepte al Señor Jesús como Salvador cuando está al borde de la muerte. En estos casos, ni siempre es posible bautizar por inmersión.
Veamos un buen ejemplo en la propia Biblia: el ladrón en la cruz del Calvario, que, sabiendo que moriría, reconoció a Jesús como el Hijo de Dios y Le pidió que lo Salvará. El Señor Jesús inmediatamente respondió: “…De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso.” (Lucas 23:43)
El ladrón fue salvo sin ser bautizados en las aguas. Realmente, el bautismo en las aguas solo tiene utilidad para las personas, que después de convertirse, seguirán viviendo en este mundo de pecado. Para que no se contaminen con él, necesitan estar “sepultadas”, o “muertas”, con el fin de que el pecado no tenga ningún dominio sobre ellas.
Si el lector siente que su vida no fue completamente cambiada con respecto a sus acciones y comportamiento entre sus amigos y parientes, después del bautismo, aunque haya sido curado de alguna enfermedad, o alcanzó muchas bendiciones financieras, necesita arrepentirse de sus pecados sinceramente y pasar por las aguas bautismales, con la certeza de que a partir de ese momento, comenzará una nueva vida, perfecta en Cristo Jesús.