Hay un detalle relatado durante el bautismo en las aguas del Señor Jesús que pocos han notado, pero que trae una enseñanza para todos nosotros.
“Y aconteció que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado: y mientras Él oraba, el cielo se abrió”. Lucas 3:21
Solo después fue que el Espíritu Santo descendió sobre Él y el Padre dijo: “… Tú eres Mi Hijo amado, en Ti Me he complacido”. Podemos notar que los detalles cuentan para Dios. Cuando el Señor Jesús fue bautizado, superó el consejo indebido de Juan el Bautista, quien Le había sugerido que no descendiera a las aguas. Él no Se dejó persuadir por Sus sentimientos, por Su perfección ni por Su soberanía como Dios, pues en nada había pecado. Él fue un ejemplo para todos, pero, aun así, oró.
La oración es de mucha importancia, porque revela lo que está siendo alimentado en nuestro interior.
Para Dios nunca fue ni será difícil bautizar a alguien. La dificultad se presenta cuando la persona no quiere vaciarse de sí misma. Es ahí cuando entra la oración. Al hablar con Dios, Le exponemos nuestra intimidad y, entonces, el Espíritu Santo viene y el Padre nos dice: “Este es Mi hijo, en quien Me complazco”.
Hemos escuchado casos de personas que han estado hace décadas participando en las reuniones, pero que nunca se habían bautizado en las aguas hasta ahora. Eran personas que, aunque conocían las Sagradas Escrituras, creían en Dios a su manera.
Una persona así puede, incluso, recibir bendiciones por usar la fe, pero las conquistas no lo son todo. Nuestra vida no puede estar basada solo en problemas por resolver o en objetivos y sueños por alcanzar. Tiene que estar basada en la Salvación, en nuestra relación con Dios.
Jesús, además de bautizarse, Se mantuvo en espíritu de oración. Y eso es lo que debemos hacer nosotros también. Durante el Ayuno de Daniel, meditá en la Palabra, escuchá los mensajes del obispo Macedo, hacé ayunos de alimentos, de lugares, de amistades, de cosas que no le añaden nada a tu vida. En fin, enfocate en lo espiritual.
“Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. Hechos 1:8
Más que bendiciones, realizaciones, superaciones, éxito profesional, salud restaurada y familia unida, el Espíritu Santo trae poder. ¿Y para qué sirve ese poder? Para ya no ser dominado por el corazón emotivo, sentimental y engañador. Al contrario, tenés el poder para dominar porque usás la fe inteligente, que es razón y espíritu.
Si obedeciste, perdonaste, confiaste y te bautizaste, recibís el Espíritu de Dios, Su perdón y la Salvación. Además, recibís poder para avanzar y tomar decisiones no basadas en emociones, sino en la Palabra de Dios, la cual te convierte en una persona equilibrada, que refleja el carácter de Dios.
Este versículo dice: “… y Me seréis testigos…”. Mucho más que dar testimonio, pasás a reflejar a Jesús en tu manera de pensar, hablar, mirar, vestirte e, incluso, alimentarte. Todo cambia, porque ahora tenés la mente de Cristo, que es el Espíritu Santo.
Te esperamos en Av. Corrientes 4070, Almagro, a las 9:30 h, así como también a las 7 y 18 h, y en todas las sedes de la Iglesia Universal del país.