Cuando las células del cuerpo comienzan a crecer de forma descontrolada pueden convertirse en cáncer y extenderse a otras áreas. Cuando este desarrollo anormal se da en la glándula tiroides, el paciente puede tener una protuberancia en el cuello, cambiar la voz, esta se vuelve más ronca, padecer una tos que no se relaciona con el frío ni el catarro, tener dificultades para tragar y sentir dolor en el cuello o los oídos. Hay casos en los que no se presenta ningún síntoma y es el médico quien descubre el tumor en un análisis de rutina.
Dentro de las posibles causas de un cáncer tiroideo, se encuentran la exposición a radiación durante la infancia, el factor hereditario, haber sufrido tiroiditis y presentar niveles de TSH elevados.
Para tratarlo, se recurre a la cirugía, aunque hay tipos de cáncer en los que la cirugía no es efectiva, por lo que el tratamiento se basa en intervenciones paliativas. Luego de la cirugía, se administran hormonas tiroideas para suplir la ausencia de la glándula.
“Tenía los días contados”
A Griselda Sosa le detectaron un tumor de 10 centímetros que seguía creciendo, su vida estaba en peligro. “Yo tuve cáncer de tiroides y como estaba embarazada no me podían operar. El tumor era de 10 centímetros y cada vez crecía más. Los médicos me dijeron que o me salvaban a mí o salvaban al bebé”, recuerda.
En una oportunidad ella terminó hospitalizada y los médicos la dieron por muerta en medio de una operación. Su marido oraba por ella pidiéndole a Dios que ella saliera de esa situación porque su corazón había dejado de latir. Minutos después, los médicos no podían creer que ella reaccionara nuevamente. Griselda estaba viva, pero no iba a poder hablar nunca más, solo podría balbucear. Los médicos dijeron que habían hecho todo lo que podían hacer, le daban entre un mes y un año de vida.
“Se me paralizaba el brazo, la pierna, no podía hablar y si comía algo, me ahogaba, fue terrible ese momento. Mis hijos me ayudaban en todo, me subían a un remis y me llevaban a la iglesia. Haciendo las cadenas de sanidad, pasando con fe por el Camino de la Sal y perseverando fui saliendo adelante. Volví a hablar y cuando fui al médico, él constató que movía bien el brazo y la pierna, hablaba, estaba bien siendo que tendría que estar muerta. Me dijo que no deje de ir a la iglesia, porque era imposible que yo saliera de esa situación”, afirma sonriendo.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su casa.
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