María Osorio estaba enferma, pero ese era solo uno de los tantos problemas que tenía en su vida. “Yo tenía cáncer en una muñeca que se me hinchaba y ya no tenía movilidad en ese brazo.
Mi familia no sabía que yo estaba enferma, no les quise contar. Tenía mucha rabia por la situación que estaba pasando. Yo ya tenía problemas con mi esposo y con mis hijos, vivíamos peleando.”, nos comenta.
Su familia se destruía cada día más y ella no podía hacer nada. Además, los problemas espirituales que sufría la estaban llevando a la locura: “Recuerdo que no podía dormir de noche, sufría perturbaciones espirituales y eso me estaba enloqueciendo. Un día salí de noche porque parecía que había alguien andando por alrededor de mi casa. Entonces salí y en ese momento sentí que alguien me tocó el hombro siendo que no había nadie. Desde ese día me encerré en mi casa y comencé a encontrar gallinas muertas y desangradas en mi casa. A partir de ese momento se enfermó toda la familia. Según supe eran de un trabajo para que muriéramos, mi esposo, mis cuatro hijos y yo.”, recuerda.
A pesar que intentaba hacer todo lo posible para salir adelante la vida se volvía más y más difícil. El tiempo iba pasando y su salud se iba deteriorando. María llegó al límites de su fuerza, ya no podía luchar sola. Fue entonces que encontró una salida:
“En esa situación me sentía desprotegida, me enfermé tanto que hasta quedé inválida. Un día mi esposo me dijo que había escuchado un programa de radio de una iglesia donde nos iban a curar a todos. Él había escuchado la programación de la Universal y comenzamos a participar de las reuniones.
Fue difícil, porque me costaba creer y yo seguía enferma, pero a los tres meses fui orientada para que usara mi fe. Abrí mi corazón para Dios, creí y en tres meses fui curada de cáncer. Tenía un brazo como muerto y fue restaurado.
En ese momento me entero que mis hijos sufrían perturbaciones espirituales y estaban a punto de ser internados en un psiquiátrico, otro de mis hijos se ataba con cadenas y candados en las manos, los pies y la cintura. Mi esposo estaba asustado por esa situación, pero yo decidí no desesperarme, en lugar de eso hice la cadena de liberación por mí y por mis hijos. Después ellos también empezaron a venir a la iglesia conmigo.
Todo fue cambiando, pude dormir, empecé a sentir paz, Dios había cambiado todo en mí y en mi casa. En la Hoguera Santa sacrifiqué en el Altar por una respuesta de Dios y todo fue transformado, me di cuenta de que toda la familia había sido restaurada por Dios”.
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