Cuando la fe es usada con inteligencia, es agresiva, corajuda, valiente e intrépida
La fe exige acción, actitud. Es necesario combatir y obrar la fe. La fe emotiva, a su vez, es cobarde. Los creyentes fracasados en la vida espiritual condenan a la Iglesia Universal del Reino de Dios a causa de nuestro coraje. Ellos creen que somos muy audaces por reclamar y exigir de Dios Sus promesas. Si lo hacemos es porque tenemos una fe inteligente.
Gedeón tenía este tipo de fe. En el momento en el que Ángel se le apareció y dijo: “El Señor es contigo, hombre valiente”, él respondió: “Si el Señor es con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas Sus maravillas, que nuestros padres nos han contado de lo que el Señor hizo en el pasado?”.
Gedeón no aceptaba, de ninguna forma, tener un Dios tan grande y vivir sometido a la esclavitud por los enemigos. Cuando tenemos una fe y la usamos con inteligencia, tenemos el coraje de reclamarle a Dios de la misma forma que Moisés, cuando dijo: “Señor mátame, pero no me dejes ver mi derrota”. Esto también sucedió con Abraham.
Dios dijo: “Yo soy contigo”. Él respondió: “Si el Señor es conmigo, ¿por qué no me dio el hijo que hace tanto tiempo espero?”. Estos hombres de Dios exigieron porque tenían una fe inteligente.
El propio Jacob dijo: “Si el Señor fuere conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, el Señor será mi Dios, y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para Ti”.
Por lo tanto, cuando la fe es usada con inteligencia, es agresiva, corajuda, valiente, intrépida. De la misma forma como Pablo dijo: “Yo sé en quién he creído”. Él no dijo ‘yo siento en quién he creído’.
Por otro lado, la fe emotiva ha hecho que los creyentes sean fracasados, endemoniados y perturbados. Ellos no tienen coraje para sacrificar, para seguir a Jesús, ni para tomar la cruz. Al contrario, cortan los brazos y el pie de la cruz y hacen de ella una cruz muy chiquita y cómoda para cargar. Son justamente los de la fe emotiva los que han creado eso del ministerio de alabanza, que es una aberración.
La fe es un arma que Dios nos dio para combatir el mal, las dudas y las fuerzas del infierno. Si no la usamos con inteligencia, con coraje y audacia, para que tomemos posesión de lo que Dios nos ha prometido, entonces esa fe se vuelve emotiva.
Podemos observar que, en la iglesia, muchos están en esa situación de emoción. Lloran con una canción, se derraman en lágrimas, alaban el nombre de Jesús, levantan las manos, etc. Sin embargo, cuando salen de allí, vuelven a cometer los mismos errores y pecados por vivir una fe emotiva. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” (1 Timoteo 6:12)
El diablo usa la fe emotiva y se aprovecha de los creyentes tradicionales, fracasados, que están siempre cayendo en el pecado. A pesar de eso, todos los domingos y miércoles están en la iglesia cantando y orando, pero sus palabras son vacías. Sus oraciones no han tenido respuesta, debido a que su fe está involucrada con emociones y sentimientos, a ejemplo de aquellas personas que hacen una dieta, pero que se descontrolan al ver una mesa llena de tortas, dulces y saladitos. Sus ojos ven aquello e inmediatamente su corazón lo desea. Eso es emoción.
Lo mismo ocurre con relación al pecado. La persona que vive en la fe emotiva no tiene fuerzas para resistir, no tiene equilibrio espiritual. Así como existen personas que son compradoras compulsivas, hay también personas que poseen una fe compulsiva, que desean todo lo que ven. Esas personas poseen una fe emotiva: la fe de la envidia.
El espíritu de envidia de Caín continúa en los días de hoy. Por eso existe el cuadro triste de la fe emotiva. Aunque conozcan la Biblia, vengan a la iglesia, alaben, hagan largas oraciones, levanten las manos, nada sucede porque viven en base a la emoción. Y no es por la fe emotiva que vencemos, sino por la fe usada con inteligencia.