“… sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Génesis 3:5
El diablo quería ser como Dios, no aceptó el privilegio de servirlo, aun estando en una posición destacada con respecto a los otros ángeles.
En el jardín del Edén, encontró una manera de hablar con Eva.
Por eso, no importa si la persona está en la iglesia, tiene un título o es antigua allí, él va a encontrar una manera de hablar, usando a quien menos esperamos. ¡Imagínese a una serpiente hablando!
El diablo quería, y lo consiguió, colocar en el interior del hombre lo que estaba en su interior, la desobediencia, la rebeldía, la aspiración de ser como Dios.
Cuando el hombre no obedece al comando de Dios, no quiere servirle, vive una vida independiente, sintiéndose dueño de todo y de todas las decisiones, aun sin saberlo, sin entenderlo, está haciendo exactamente lo que el diablo quiere: está queriendo ser igual a Dios.
Sin embargo, cuando decide servirle, obedecerle, y eso, con toda su fuerza, toda su alma, todo, 100%, entonces, viene el Espíritu Santo y sella a ese siervo, y ahora mucho más glorioso, porque el paraíso estará adentro de él.
Pero, el diablo no desiste de intentar, no importa si es obispo, pastor, obrero, miembro, él quiere ver a la persona haciendo lo que él hizo.
No se impresione si ve a alguien, que estaba en el Altar, caído.
El diablo cayó en el cielo, y Adán y Eva, en el paraíso.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación (…)” Mateo 26:41