Antes de Su sacrificio, el Señor Jesús oró angustiado en el Jardín del Getsemaní y Le pidió a Dios que, si fuera Su voluntad, Le permitiera no pasar por eso:
“… Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.” Lucas 22:42
Jesús vino al mundo con la misión de entregarse como sacrificio para que, de esta manera, las personas que creyeran en Él y Lo aceptaran como el Señor de sus vidas pudieran ser salvas.
Sin embargo, Él vino como ser humano, por eso, sentía la agonía y la tristeza del dolor físico que le causaría Su crucifixión, pero mucho más la de saber que tendría que estar separado del Padre por un breve tiempo.
Tanto fue su dolor que llegó a sudar sangre. Según los científicos, este fenómeno es conocido como hematidrosis, la causa real de este fenómeno no es segura, pero especulan que pasa cuando la persona está bajo tensión o estrés extremo.
Si las personas tuvieran el mismo temor de alejarse de Dios, no harían cosas que Lo desagradaran y vigilarían para no caer en el pecado. Es decir, pensarían dos veces antes de caer en tentación, porque sabrían que, si hacen algo que es contra la voluntad del Señor, se separarían de Su presencia.
Reflexione
¿Cómo se siente cada vez que falla o peca? ¿Siente el dolor de separarse de Dios? Reflexione. Use este dolor como motivación para abandonar todo lo que puede separarlo del Señor Jesús, porque estar lejos de Él produce la muerte espiritual.