Cada día que pasa parece que el caos está más latente. Además de la violencia, lo que también llama la atención es el egoísmo del ser humano, que parece no interesarse por el sufrimiento y necesidades del otro. Lo que realmente le importa es vivir su propia vida.
Según la psicóloga Roseleide da Silva Santos, eso es el resultado de diversos factores que atraviesan a la sociedad. “Hoy no está permitido que la persona fracase. Existe un culto al placer, a la satisfacción, a la felicidad, solo los exitosos son aplaudidos. Por eso, vivimos en un escenario de rivalidad, de peleas, donde las personas están más a la defensiva.”
Y a partir de esa defensiva aflora el egoísmo. “Tal vez, esa búsqueda por no estar nunca en la posición de derrotado haga que las personas intenten proteger y tengan un cuidado excesivo por ellas mismas, lo que las vuelve egoístas”, explica Roseleide.
Es necesario compartir
Para ella, el ser humano está perdiendo el valor de compartir, de estar con el otro. “Y eso sucede porque se perdieron algunos valores morales y éticos, además de las desigualdades sociales que son mayores que antes. Y todo eso interfiere en las personas, pues piensan más en su propio beneficio, causando estragos, que tienen mayor repercusión que las cosas buenas que suceden.”
Y esas cosas buenas como, por ejemplo, dar más valor a lo que sucede con su propia vida y desear compartirlo con el otro, han sido una luz al final del túnel. “Aunque eso no lo viva la sociedad en general, donde es necesario tener para ser alguien de prestigio, pienso que las personas se han inclinado lentamente al valor de ser alguien y, así, darle valor a estar con el otro”, destaca la psicóloga.
Roseleide cree que, para que eso suceda en todos, es necesario que la persona se dé cuenta que para ser, no necesita tener. “Es necesario pensar que no se trabaja solo para tener el auto del año, sino porque se ama lo que se hace y ayuda a las personas. Creo que de esa forma los valores pueden ser restaurados.”
Las personas están en camino a restablecer los valores humanos, reconociendo que necesitan estar cerca uno del otro, que necesitan vivir, no solo tener. “Es una semilla que está encontrando campo fértil para crecer. La realidad no es esa, pero algo está sucediendo. Existen movimientos, ONGs de personas más jóvenes, o sea, hay muchas cosas buenas sucediendo”, finaliza Roseleide.
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