El juega con nosotros. Es terrible admitirlo, pero hay un lugar en nosotras donde nacen tanto el amor intenso, como los problemas y la falta de esperanza: el corazón. Es la peor parte del ser humano, pues no se preocupa por las consecuencias de sus actos e impulsos, sino sólo por sus propios deseos. La emoción ha sido la razón de los conflictos de muchos hombres y mujeres de Dios.
Mientras la inteligencia concluye que lo mejor es apartarse de los impulsos del corazón, este lleva a la persona a esos deseos, dejándola confusa y ansiosa. Por eso, no logra dormir bien por la noche imaginando cómo podría llevar a cabo el deseo de su corazón sin herir a otras personas al mismo tiempo.
El ser humano se da cuenta claramente de que es un error aceptar todo lo que su corazón le pide tan ávidamente, pero incluso así, no logra negar sus requerimientos, pues él late con toda su fuerza cuándo piensa en el objeto de deseo. La mente humana busca de alguna manera dejar de pensar en el problema, pero, aun así, no hay otra salida a no ser rendirse. Muchos matrimonios y relaciones, incluso con Dios, terminan debido a ese procedimiento en relación al corazón. Es un mal más allá de nuestra imaginación. Todo lo que el corazón quiere, está contra el sentido común y contra Dios.
Las personas intentan justificar sus actos impulsados por la emociones diciendo que fueron débiles, que los demás no les comprenden o, incluso, que se enamoraron de alguien. Sin embargo, solo son excusas. Esos subterfugios son creados por su mente para que puedan realizar el deseo de su corazón sin sentir tanta culpa en la consciencia.
Tú y yo tenemos que reconocer este hecho: nuestro corazón es malo. Eso no significa que seamos malas; sólo somos seres humanos y tenemos que vivir por la fe, que va en contra de las emociones del corazón. Ella nos hace inmunes a la voluntad de nuestro propio corazón. En el día a día, cuando el corazón pide algo equivocado, nuestra fe lo calla. Solamente las que viven por la fe, permanecerán de pie en los momentos de prueba; sin embargo, las que viven en función de las emociones del corazón, serán conducidas a lugares extremadamente terribles y se lamentarán durante el resto de sus vidas, porque son lugares donde no se encuentra la presencia de Dios.
Éstas no son solamente palabras de sabiduría fruto de la lectura de cualquier libro, sino una convicción procedente de experiencias trágicas de personas como tú y yo. Muchas mujeres fueron terriblemente engañadas por su propio corazón y hoy ya no están más en la fe. Ahora quisieran volver a aquella situación que un día les hizo ser las mujeres más felices del mundo, pero ya no tienen fuerzas, su corazón las condena constantemente como un perverso juez.
La Palabra del Único que incluso sabe cuántos cabellos tenemos en nuestra cabeza dice:
“Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:9,10
¡Guiarse por el corazón destruye más vidas que el propio diablo!