Quien quiere ser cristiano de verdad debe vivir por la fe inteligente, y no por la fe emotiva, basada en sentimientos y sensaciones.
La fe emocional es fácilmente manipulable por el diablo y aleja a la persona de Dios, aunque la acerque a la religión. Una de las estrategias más usadas por el mal para manipular las emociones es sacar los versículos de contexto. Fue así como se creó la “doctrina de la gracia”, que predica que no sería necesario el esfuerzo para entrar en el Reino de Dios, porque Su gracia nos bastaría.
Para apoyar esta idea, muchos usan como argumento el versículo:
“Y Él me ha dicho: Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí”. 2 Corintios 12:9
El obispo Edir Macedo aclara a qué se refiere el versículo: “El apóstol Pablo tenía un gran problema, que se debía a las revelaciones gloriosas que él tuvo de Dios. Pablo subió al tercer Cielo. Pablo vio cosas que no podía ni describir. Él tuvo acceso a cosas extraordinarias. Pero, para que no cayera en el pecado del orgullo, del ensoberbecimiento, Dios permitió que tuviera una espina en la carne, enviada por Satanás. Pablo no lo sabía. Estaba luchando contra esa espina. Oró a Dios tres veces para que se la quite, pero Dios no la eliminó”.
Fue en ese momento que Dios dijo que Su gracia bastaba para aquella situación.
El obispo explica la frase dentro del contexto: “Dios le dijo: ‘Mi gracia te basta. Mi favor te basta. Continúa con esa espina para que te mantengas en la fe y, por la fe, tomes posesión de la vida eterna’”.
Las “debilidades” que Pablo menciona no tenían nada que ver con el pecado, como el obispo aclara: “Pablo no vivía en pecado para que le viniera esa espina. Pablo estaba en una excelente situación espiritual, pero, para que él no se ensoberbeciera, no se enorgulleciera, Dios permitió que el diablo colocara esa espina en su carne”.
Es decir, no existe la menor similitud con la situación de aquellos que quieren usar la gracia de Dios como salvoconducto para continuar cediendo al pecado.
El obispo también relata que, aunque la persona quiera engañar a su conciencia, la suciedad del pecado contamina su interior y trae, como consecuencia, la tristeza y el abatimiento espiritual.
“La mayoría de los que afirman creer en Dios dice: ‘Ah, Dios me conoce, Él conoce mi situación, Él conoce mi debilidad’, como si Dios tolerara sus pecados. Por eso, esas personas se encuentran caídas, postradas, desanimadas, tristes y abatidas. Su fuente no existe. Lo que hay en ellas es un pozo de perdición, de pecados. Es un pozo de agua podrida, estancada, llena de bichos”.
Y añade: “Cuando se está en la fe emotiva, los pequeños pecados quedan allí, escondidos, endulzando esa fe emotiva. La persona termina conformándose con sus pecados pequeños y con los grandes, y su vida cae en un abismo”.
Por eso, muchos de los que creen que ya tienen garantizado su lugar en el Cielo están caminando a pasos agigantados hacia el infierno. Usar textos bíblicos fuera de contexto para llevar a la persona al pecado es una estrategia antigua del diablo. Fue exactamente lo que Él hizo al tentar a Jesús en el desierto. Y si él hizo eso con el propio Señor Jesús, ciertamente intentará repetir la estrategia con quien quiere seguirlo.
Siendo así, es importante estar atento y usar la inteligencia para entender lo que está escrito, razonando para saber lo que quiere decir aquello. Usar la fe racional, y jamás la fe emotiva, es la única forma de entender la Palabra de Dios.
La Biblia demuestra claramente que la gracia de Dios no nos autoriza a vivir en el pecado:
“Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Hebreos 12:14
O sea, separarse del pecado es un prerrequisito para la salvación del alma. La cuestión es que, para seguir la santificación, es necesario sacrificar la propia vida, renunciar a las propias voluntades.
En las Palabras del Señor Jesús es negarse a sí mismo, tomar sobre sí su cruz y seguirlo (Marcos 8:34). Tres niveles de sacrificio.
Sin embargo, el obispo Macedo muestra el principal problema: “La persona que tiene una fe emotiva no tiene fe para sacrificar su vida. No tiene fe para sacrificar los pecados. A ella le gusta sentir ese bienestar que es falso y que la hace perder la salvación”.
Para arreglarse es necesario decidir obedecer a Dios y sacrificar toda su vida. No hay otra forma. Tal vez sea un discurso duro de oír, principalmente para quien está acostumbrado a la ilusión, al falso bienestar de sentirse amparado por la “gracia”, viviendo desordenadamente, siguiendo a su propio corazón.
Pero es mejor oír la verdad mientras hay tiempo. Como concluye el obispo: “La verdad hiere, la verdad duele, pero la verdad libera”.