“En mi angustia invoqué al Señor, sí, clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor llegó a sus oídos.” 2 Samuel 22.7
El velo que separaba al hombre del Santo de los Santos, es decir, del Altar, fue rasgado con el sacrificio del Señor Jesús, por lo que cualquiera que crea en la Redención que se concedió a toda la humanidad, y en su angustia lo invoque, desde los Cielos escuchará su clamor.