“ENTONCES el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en frascos junto con sus lámparas…” Mateo 25:1-4
Recientemente estaba meditando sobre este pasaje. Las vírgenes insensatas eran exactamente iguales a las prudentes. Eran novias, vírgenes y tenían la lámpara, sin embargo, la diferencia estaba en el frasco con aceite.
Siendo así, ¿ese frasco no sería el temor?
Las vírgenes insensatas estaban tranquilas, pensando que ya todo estaba resuelto, que el aceite no se acabaría antes de que llegara el novio, y por eso no necesitarían resguardarse con el sacrificio de cargar un frasco de aceite.
Lo interesante es que estas vírgenes insensatas, al ver a las prudentes sacrificando por cargar el frasco, en lugar de darse cuenta de que estaban siendo descuidadas, ¡debieron haber pensado que las prudentes eran las exageradas!
Pensé que era muy fuerte porque así somos todos nosotros, los siervos de Dios. Aparentemente, todos somos iguales, esperando al Novio. Sin embargo, algunos ya han perdido el temor, y cuando reciben las orientaciones sobre continuar la vida de sacrificio, piensan que es algo innecesario, a fin de cuentas, ¡ya son “novias”!
Cuando el siervo es malo y negligente, todos ven lo que él es, ¡pues se hace evidente! No obstante, el insensato pasa desapercibido a los ojos humanos, ya que solo el propio insensato puede examinarse a sí mismo y arrepentirse antes de que el Novio vuelva.