La investigación General Social Survey (GSS), realizada por la Universidad de Chicago en 2018, en los Estados Unidos, indicó que el número de estadounidenses “sin religión” aumentó un 266 % durante tres décadas.
Solo para ilustrar, el 23,1 % de la población actual forma parte de ese grupo. Lo cual corresponde a una cifra muy cercana a la que tienen los declarados “evangélicos”, que representan el 22,8 %, por ejemplo.
Los dos grupos que lideraban la investigación cuando comenzó, en 1972, eran “protestantes” y “católicos”. Al pasar los años, el único grupo que presentó un crecimiento fue el “sin religión”. Esto revela la constante insatisfacción de las personas con respecto a las religiones.
¿En qué creer?
No es difícil observar la transformación por la cual el mundo en el que vivimos ha pasado. Las personas son incentivadas a vivir cada una según su propia conciencia, por ejemplo.
Ante esta situación, los espíritus malignos encuentran un espacio para esparcir sus ideas entre los seres humanos.
Como el apóstol Pablo afirmó en una carta a su joven amigo Timoteo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”. (1 Timoteo 4:1).
Esas ideas maliciosas, obviamente, son implantadas con el objetivo de alejar a las personas de Dios. Por eso, son peligrosas.
¿Qué espera Dios de nosotros?
Cuando una persona está alejada del Salvador, se vuelve una presa fácil para que los espíritus engañadores la arrastren hacia la condenación eterna. Porque el cuerpo muere, pero el alma permanecerá para siempre (Mateo 10:28). Y su destino (el Cielo o el infierno) depende exclusivamente de lo que hacemos para Dios durante nuestras vidas (Juan 5:24).
No obstante, se debe aclarar que el deseo del Santísimo no es juzgar, ni condenar a las personas, sino lo contrario, Jesús vino al mundo a ofrecer Su propia vida para el rescate de nuestra alma. Él quiere promover vida, una transformación total para aquellos que creen.
¿Cómo tener un encuentro con Dios?
El Señor Jesús desea lo mejor para su vida. Preséntese delante de Él. Usted no necesita “saber” orar o usar bellas palabras. Todo lo que Él desea es una conversación sincera.