Generalmente, los hombres son educados para asumir posiciones de liderazgo y protagonismo tanto en la casa como en el trabajo. Esto puede provocar que algunos se sientan incómodos cuando no ocupan el lugar que les gustaría.
Algunos de los que ya tuvieron posiciones de liderazgo y las perdieron pueden sentirse inferiores o confundidos con respecto a qué hacer con su carrera, principalmente cuando es necesario buscar trabajo en un cargo diferente. Otros, bajo el liderazgo femenino o de alguien más joven, llegan a sentirse molestos o disgustados cuando reciben orientaciones diferentes a las de sus opiniones y creencias.
Pero ¿a qué se debe esa molestia, si el valor de un hombre no está en la posición jerárquica que ocupa? Ni siempre una posición requerirá liderazgo. Los líderes son necesarios, por supuesto, es necesario que haya una dirección a seguir. Sin embargo, ¿de qué sirve que haya alguien a quien seguir si no tiene seguidores? Cada persona es importante en la función que ocupa, desde la más sencilla hasta la de mayor destaque. Además, la propia historia de la humanidad nos muestra que el que no sabe obedecer no sirve para dar órdenes, porque no sabría cómo actuar y echaría todo a perder.
Ningún equipo tiene éxito en una empresa si sus miembros no son confiables y no están unidos. La analogía de las piezas que conforman una máquina es un cliché, pero verdadera. Si algo le sucede a una de ellas, todo el desempeño de la máquina se verá comprometido e incluso se detendrá.
Dios, en su infinita e incontestable sabiduría, siempre muestra que cada ser humano es importante para Él, que no mira la jerarquía ni hace acepción de personas y que todo papel es esencial. El Señor Jesús vino para liderar, pero Él mismo Se sometía a la voluntad del Padre, como lo dejó bien claro en muchas ocasiones.
El propio Mesías afirmó que “… de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, Él las hará también; y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre” Juan 14:12. Cada apóstol, que Lo sirvió fielmente, tuvo un papel muy importante para que la Palabra de la Salvación se propagara a todos, como se propaga hasta hoy por medio de los que obedecen los mandamientos Divinos. Ni de casualidad podemos igualarnos al líder nazareno, pero Él mismo mostró la importancia de nuestras acciones, al decirnos que seamos luz a través de nuestras vidas y un ejemplo para todos, seamos famosos o no, tengamos destaque o no.
Si un hombre desea una posición que aún no conquistó, un ascenso, por ejemplo, en lugar de estar molesto por eso, debe honrar el lugar en el que está ahora de la mejor manera posible, porque, si confía en Dios, sabrá que el tiempo de Él es correcto y eficaz. Y, aunque siga ocupando el mismo cargo durante un tiempo, el hombre honrado dará lo mejor de sí.
Los medios de comunicación venden la imagen de que todos los hombres deberían ser un “macho alfa”, o el “líder de la manada”. Solo que, sin manada, no hay líder, ¿no es así? Él no se hace solo. Además, debemos desconfiar de los medios de comunicación que comparan al hombre con el animal.
Por lo tanto, saber ser un liderado fiel es tan digno como ser un líder, porque un papel complementa el otro y todos salen ganando si la sintonía y la integración están bien. En lugar de juzgar si su jefe o patrón es hombre, es mujer, es más joven, tiene más antigüedad o está más o menos instruido que usted, observe si él o ella tiene la capacidad de liderar y confíe en esa persona, no se enfoque en detalles sin importancia. Dé lo mejor en su posición, ofreciendo confiabilidad, honra y eficacia. Esto es lo que determina que un día estará en la cima de la jerarquía, y cuando su oportunidad llegue, usted también necesitará seguidores confiables. Es así como sigue la historia.