La semana pasada, me referí al legado de Lea, pero ahora vamos a referirnos a su hermana Raquel.
A pesar de haber sido descripta como una mujer linda físicamente, en su interior no lo era tanto.
Ella envidiaba a su hermana porque Lea tenía hijos y ella no.
Además, Raquel era incrédula, ya que trató de negociar secretamente el amor de su marido.
Ella creyó en supersticiones en vez de depositar la fe únicamente en Dios. Estaba desilucionada y se refugió en creencias absurdas.
Por último, la peor de todas las fallas de Raquel fue que robó los ídolos de su padre. En esa época, esos ídolos no eran solo de culto, sino que también representaban la posesión de las propiedades y los negocios de la familia. Cuando Jacob se fue de las tierras de Labán, Raquel intentó cubrirse robando las estatuas. Cuando su padre se dio cuenta del robo, ella le mintió.
Raquel pasó muchos años de su vida luchando sola, con las armas equivocadas. Por eso convirtió a un marido en un trofeo y a sus hijos en una obsesión.
Su corta vida nos hace pensar qué tipo de ejemplo somos, cómo seremos recordadas y qué marcas vamos a dejar en nuestro paso por la vida. Ya que son nuestras actitudes las que contarán nuestra historia de vida.
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