Miqueas era un campesino de Morasti, en Sefela, interior de Judá, que vivió entre los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías. Fue un gran defensor del pueblo contra las injusticias sociales, el crimen organizado y la deshonestidad. También predicaba contra la deshonestidad de los de su propio pueblo, que buscaban sacar ventaja de sus compañeros con ganancias inmorales – como uno de los más comunes en la época: las balanzas adulteradas que hacían al comprador pagar más y llevar menos.
Hombre del campo, Miqueas, tenía un lenguaje directo, más simple, con comparaciones muy breves, que hasta el pueblo menos instruido – la mayoría de la zona rural – entendía. Criticaba ferozmente a los ricos de la ciudad que construían su fortuna explotando a los pobres. Era grande, inclusive, el número de comerciantes urbanos que compraban tierras de los campesinos a precios absurdamente bajos, amenazándolos, y hasta matando algunas familias, para asustar al vecindario. Porque era también del campo, esta situación lo afligía particularmente.
Las críticas de Miqueas también eran muchas en relación a la religiosidad: él no aceptaba que mayoría se entregara más a los rituales judaicos y menos a la vida honesta en comunión con Dios. Muchos llegaban a mantener una apariencia de temerosos a Dios, sin embargo, se entregaban secretamente a la idolatría hacia falsos dioses, como Baal.
Fue claro en relación a lo que le sucedería al reino, a Jerusalén y al propio Templo, no perdonando ni a los mismos sacerdotes y falsos profetas que actuaban con doble intención:
“Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho; que edificáis a Sion con sangre, y a Jerusalén con injusticia. Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en el SEÑOR, diciendo: ¿No está el SEÑOR entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros. Por tanto, a causa de vosotros Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.” Miqueas 3.9-12
En su hablar, claro y duro, resumía el comportamiento ideal de los hijos de Dios:
“Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el SEÑOR de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Miqueas 6.8
El profeta campesino dejaba claro que el juicio de Dios sería implacable (Miqueas 1 al 3), pero que la restauración del pueblo para Él estaba en camino (capítulo 4). Llamaba al pueblo, y hasta también a los reyes, al arrepentimiento sincero (capítulo 6 en adelante).
Más 700 años antes de Jesús, Miqueas profetizó el nacimiento del Mesías en la pequeña Belén (Miqueas 5.2). Fue esa profecía que escribas y sacerdotes del pueblo citaron más adelante, en el nuevo testamento, cuando Herodes les preguntó dónde el Hijo de Dios, Rey de los judíos, había de nacer (Mateo 2.1-6). Él fue informado del acontecimiento por los magos del oriente que buscaban, siguiendo una estrella, al niño para adorarlo.