En los próximos días, vamos a publicar fragmentos del libro “Fe Racional” del obispo Edir Macedo, como parte del contenido para la reflexión del Arca Universal
La Palabra de Dios dice: “Más el justo vivirá por la fe”. En otras palabras, es por la fe que conquistamos, vivimos y alcanzamos una buena calidad de vida en la Tierra, además de la eternidad con Dios.
Por eso, cuando una persona, en vez de usar la fe, usa la emoción, se casa en función del sentimiento, basándose tan solo “en lo que dice su corazón”, corre el serio riesgo de sufrir con ese matrimonio. Porque la misma voz que la condujo al altar va a continuar dirigiendo su vida en la convivencia. Por esta causa, los malos sentimientos del corazón corrupto entran en acción por medio de los celos enfermizos, por ejemplo.
Aunque, si esa persona pasa a luchar delante de Dios, usando su fe, para (re)conquistar a su marido o a su esposa, ella tendrá grandes oportunidades de tener éxito, desde que no se deje llevar por los sentimientos o pensamientos de duda. Por el contrario, ella debe dejarse llevar por la perseverancia de su fe.
Si al luchar, la persona percibe que todo empeoró en lugar de mejorar es porque lo que está haciendo delante de Dios está surtiendo efecto. Parece contradictorio, pero es así que la fe hace, por eso es considerada como locura para este mundo.
Basar su matrimonio en la fe viva en Dios permite que usted logre vencer cualquier obstáculo que intente perjudicar su relación. Satanás viene usando la destrucción de los conyugues, a través de matrimonios que resultan mal, para destruir de una vez la familia.
El ha usado, por ejemplo, hombres y mujeres para que insinúen a las esposas o maridos. De ahí la importancia de basar el matrimonio en la fe. Muchos, por no basar su vida en Dios, han pensado en pedir el divorcio, alegando diversos motivos. Los hijos son los que más sufren, ya que quedan divididos dentro de sí. Los sentimientos del corazón imponen el camino más fácil, que es el camino de las aguas.
Observe como es una estrategia engañosa del corazón: él impone su sentimiento de pasión, haciendo a la persona creer que lo que ella siente es amor, y uno se casa con el “primero(a) que aparece”, sin mirar para las consecuencias de esa unión posiblemente errada. Cuando esa persona ya está casada y aparecen los primeras señales de lucha, desentendimientos y desconfianza entre la pareja, la primer cosa que el corazón hace es sugerir que los dos se separen.
Es lo que sucede con muchos casados que, en el afán de las emociones, se separan y hasta divorcian por cualquier motivo. Y, así como no pensaron en las consecuencias de una unión precipitada, no piensan en los males que la separación traerá. En este caso, los hijos serán los mayores perjudicados.
Por esa razón, tenemos que usar la fe en lugar de las emociones. La fe apela a la razón y a la lucha, al camino arduo y espinoso. Fue ese el camino que Dios escogió para salvarnos. No podemos dejar de tener esa conciencia.
Por eso, si usted tiene un casamiento arruinado, perverso, y nota que no hay otra forma, porque ya pensó, evaluó y hasta luchó durante años, pero no consiguió cambiar esa situación; su marido tiene una amante que la llama por teléfono para humillarla; si su matrimonio ha sido un verdadero infierno; si usted llegó a la conclusión que ya se pasaron tantos años y su conyugue continúa indiferente, entonces, en estos casos, es mejor elegir el divorcio.
Mientras tanto, en otra situación, en la cual usted vio que su marido cometió un desliz y, por eso, usted quiere tomar una actitud de separación, creo que, en ese caso, no cabe la separación. La persona tiene que dar tiempo al tiempo, esperar, orar, pedir a Dios. O sea, luchar por ese matrimonio.
Espere lo que Dios irá a hacer en su relación. Si, después de eso, usted ve que, de hecho, no hay forma, entonces, haga lo que dice su razón. Caso contrario, usted podrá arrepentirse por haberse precipitado nuevamente.