Es normal sentir temor frente a lo desconocido, a lo que no podemos controlar.
Pero se vuelve perjudicial cuando se convierte en una obsesión o cuando impide que se tomen decisiones que pueden transformar nuestra vida.
Un hombre que tiene miedo de salir a buscar trabajo por temor a no ser contratado sabe que el primer perjudicado es él. Aunque tiene una familia e hijos que mantener, no logra encontrar la fuerza necesaria para salir de su casa.
Tal como, un asalariado que tiene la oportunidad de tener su negocio propio, que teme que las cosas no sucedan cómo las espera; se perjudica a sí mismo por no decidir dar un paso fundamental en su vida. Así como el miedo a estudiar una carrera por miedo a no terminarla o por no poder costearla.
El miedo paraliza, hace que las personas se estanquen. Les quita el valor para tomar una decisión, nubla los sentidos y no les permite que vean más allá de los problemas.
“El miedo y la ansiedad dejan de ser respuestas normales, adaptativas, necesarias y positivas cuando superan el umbral de tolerancia, no hay percepción de control… Las respuestas se siguen manteniendo a pesar de la cantidad de explicaciones racionales que puedan recibir al respecto, pues el terror les incapacita para escuchar razones o tomar decisiones racionales ante situaciones reales…”, señala la Doctora Ana María Bastida de Miguel, licenciada en Psicología.
El miedo de Jacob
El obispo Edir Macedo explicó cuál era el miedo de Jacob y qué fue necesario hacer para vencerlo: “Jacob salió de la casa de su padre huyendo de su hermano, llevando consigo un cayado y un poco de aceite.
Pero con el tiempo, se volvió un hombre próspero y muy bendecido, pero él cargaba en su interior un terror, una desesperación, un miedo. Jacob tenía pavor de tener que encontrarse un día con su hermano.
En medio de la desesperación, acudió a Dios, ya que no tenía a nadie más en aquel momento. Esta es la realidad de muchas personas que viven en una situación en la que están acorraladas, en un callejón sin salida.
La Palabra de Dios dice: “Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.”, (Génesis 32:23-25). Él ya era un hombre bendecido, tenía las bendiciones, pero no era la propia bendición, ya que si lo hubiera sido no hubiera necesitado luchar con Dios.
Por eso, cuando una persona es indefinida, no sale del lugar en el que está, no conquista. Si combatimos las dudas con la fe en las profecías, neutralizaremos la acción del diablo y de todo su ejército”.
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