“Yo publicaré el decreto; El Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.”, (Salmos 2:7-8).
Si buscamos una traducción actual encontramos: “Voy a dar a conocerlo que Dios ha decidido. Él me dijo: Tú eres mi hijo; desde hoy soy tu padre.
¡Pídeme lo que quieras! Te daré como herencia las naciones; ¡todo el mundo será tuyo!”, (Salmos 2:7-8 TLA).
Esta promesa es para los hijos de Dios, estos son los que obedecen Su palabra y aceptan a Jesús como su Señor y Salvador. Desde el día que usted nace de Él, pasa a ser Su hijo. Cuando Nicodemo vino a Jesús, Él le dijo que, si no nacía de nuevo, no podría ver el Reino de Dios. El hombre, le preguntó cómo siendo viejo, podía volver a entrar en el vientre de su madre. Jesús le contestó que por qué siendo maestro, no entendía lo que le estaba diciendo, ya que, el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios.
El agua es la palabra de Dios, que lava nuestros pensamientos. Usted escucha la Palabra y dice: “No quiero ser así, yo quiero ser un hijo de Dios”, reconoce sus errores, los confiesa, se aleja, odia sus pecados y se entrega a Dios 100%. Así Jesús hace el milagro del nuevo nacimiento, pasa a ser una nueva criatura. Su pasado deja de existir, a partir de ese momento, Él nos promete:
“¡Pídeme lo que quieras! Te daré como herencia las naciones; ¡todo el mundo será tuyo!”, (Salmos 2:8 TLA). Cuando la Biblia dice eso, significa que usted disfrutará todo lo que hay en el mundo. Tendrá su familia bendecida, sanidad, comerá y vestirá lo mejor y sobretodo, tendrá su salvación garantizada.
Él dice “… yo te engendré hoy.”, (Salmos 2:7). Eso quiere decir que en el momento que usted se rinde a Dios y pone su vida en Sus manos, Él lo engendra, usted nace del Espíritu y tiene derecho a todo lo prometido.
Cuando entrega su vida en el Altar, este la santifica, usted pasa a ser un altar vivo y donde vaya vencerá, porque es nacido de Dios.
Las personas que no nacieron de Dios viven ansiosas por el mañana, pero los que son hijos de Dios, están guardados.
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”, (Juan 1:12-13).
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