“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.”
(Efesios 5:6)
Difícilmente se ve a alguien hablar sobre la ira de Dios. El tema suena como asombroso en las iglesias. Parece que el miedo de perder miembros obliga a los predicadores a omitir el tema. La misericordia, el amor y la gracia de Dios están siempre al orden del día en los púlpitos.
Son temas atractivos que satisfacen a todos los públicos. No incomodan a nadie. Ni al infierno. Al contrario, sensibilizan y causan una sensación de que el Dios Papá del Cielo, a fin de cuentas, les abrirá la puerta a todos. Es difícil imaginar la ira de Dios cuando Su propia Palabra dice que Él es amor (1 Juan 4:8; 16).
Pero el hecho es que Él es tanto amor como justicia. Y jamás tolera injusticia o pecado. Quien conoce y cree en la verdad, pero vive en la mentira, está jugando con la fe. Israel enfadaba al SEÑOR con sus pensamientos tontos pensando que la observancia de las tradiciones religiosas compensaba sus pecados. Es lo que ha sucedido entre muchos creyentes. Piensan que el amor y la gracia de Dios cancelan sus carnalidades.
Se olvidan que “El SEÑOR, tardo para la ira y GRANDE en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable (…)” (Números 14:18)
Que nadie cuente con la benevolencia y la compasión de Dios para mantenerse en el pecado, porque la ira de Dios se revela sobre todos los rebeldes, hijos de la desobediencia.
Aproveche el fin de año para hacer un examen de su conciencia y firmar una nueva alianza con Dios. En la Universal, tenemos una reunión de fin de año en la que participamos de la Santa Cena. Es una gran oportunidad para que los esclavos del pecado se liberen y comiencen una nueva vida.
Aproveche la oportunidad de hacer un pacto de vivir en la verdad.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo