Para muchos, el domingo, es un día para dormir hasta tarde, visitar a un familiar lejano, ir al parque, o no hacer absolutamente nada. Para los de la fe, es el día más esperado de la semana. Al menos eso fue lo que demostró la multitud que participó de la reunión ministrada por el obispo Edir Macedo, el pasado domingo 28, en la Universal de Avenida João Dias, 1800, en Santo Amaro, San Pablo. No les importó el frío ni la neblina que cubría la ciudad, estaban dispuestos a buscar a Dios por la mañana, fervorosamente.
“La sensación que tengo constantemente es que fuimos llamados y escogidos en medio de 7 billones de seres humanos. Eso se debe a que la fe que tenemos es una fe que nunca vio a Jesús pero tenemos certeza de que Él existe. Esa certeza viene de lo Alto, viene de Dios, es el Espíritu Santo Quien nos dio esa fe y nadie puede sacarla de nosotros”, dijo el obispo Macedo, ni bien comenzó el encuentro.
El obispo se encargó de enfatizar que tal certeza no es una ilusión ni una utopía, sino que se materializa dentro de cada uno de una manera muy fuerte, que aun frente a los problemas que se deben enfrentar, hace que la persona este feliz. “Cuantos amigos, conocidos, familiares le tiran piedras a su fe, y nosotros, con esa fe, somos riquísimos, porque tenemos esa gloria dentro de nosotros. Aun con problemas, comparados con personas de afuera, somos hiper-felices, gracias a la presencia del Señor Jesús, pues Él está con nosotros.”
Pero tamaña felicidad no puede habitar dentro de un corazón manchado por el pecado. Por eso, antes de participar de una de las ceremonias más importantes de la Iglesia, la Santa Cena, el obispo alertó a los presentes que sentarse a la mesa con el Señor Jesús exige responsabilidad.
“En el pasado, los extranjeros que querían tener el derecho de participar de la Pascua, tenían que ser circuncidados. De la misma forma es con la Santa Cena. Para que usted participe, tiene que tener a Jesús como el Señor de su vida, de manera real. Él tiene que ser el Primero, antes que su madre, marido, hijos, primero que nadie”, aclaró.
Seguir a Dios como la Biblia enseña, no es tarea fácil, exige sacrificios diarios. Así, aquellos que estaban dispuestos a negar su propia voluntad para vivir una vida recta, desde ese momento en adelante, estaban aptos a celebrar la ceremonia, como lo explicó el obispo:
“Yo sé que este discurso no agrada a la sociedad actual, pero este es el discurso del Reino de Dios. Para que usted tenga derecho a la Santa Cena, sentarse al lado de Jesús, usted debe vivir lejos del pecado. Si usted decide eso ahora, puede participar, porque tomó una decisión definitiva. El apóstol Pablo dice en 1 Corintios 11:28 ‘Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa’. Si su consciencia lo acusa de algo, usted debe limpiarse, arreglarse con Dios, porque si participa indignamente, se convertirá en reo, porque está participando de una alianza en la que Jesús dio Su vida y exige que Le demos la nuestra por completo.”
Después de pronunciar esas palabras, el obispo clamó por los que estaban dispuestos a vivir en novedad de vida, y todos, una vez redimidos por la Sangre del Cordero, celebraron la Santa Cena, saliendo del templo renovados hacia una semana de conquistas y realizaciones.