Muchos piensan que no necesitan la salvación. Creen que se bastan a sí mismos; y no tienen la fuerza del Espíritu Santo para seguir las enseñanzas del Señor Jesús.
Ser humilde, es condición fundamental para la entrada al Reino de los Cielos (Mateo 5:3). El Obispo Edir Macedo, aclara: “Así, humildad y orgullo son fuerzas antagónicas, que se refieren respectivamente al carácter de Dios y al de satanás. El Reino de Dios está formado por la paz, la justicia y la disciplina. Eso significa la perfecta sumisión a las autoridades constituidas por el Espíritu Santo”. Entonces, cómo puede ser que alguien quiera ser líder, si no quiere obedecer: “Te pondrá el Señor por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos del Señor tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas.” (Deuteronomio 28:13).
El Obispo habla de las consecuencias: “Por el orgullo, los hijos del mundo tienen un concepto elevado de sí mismos. Muchos lo tienen más acentuado que otros, pero todos, sin excepción, nacen con eso en el corazón. Hay acciones que les corresponden a los hombres pero para otras, se tiene que esperar la actuación de Dios”.
Cuanto más orgulloso, más difícil es llegar a la salvación, “eso que llaman fondo de pozo, es ideal para tener experiencias con Dios y cuanto más profundo sea, más intenso será el clamor en dirección a los Cielos”. En resumen, el orgullo humano engaña al hombre llevándolo a dar pasos más grandes de los que puede, resultando perjudicial para su vida.