Hay muchas personas con títulos en la iglesia. Con título deobispo, de pastor, deobrero,de evangelista, entre otros. Pero,en realidad, tener un cargo eclesiástico no siempre significa ser de Dios. Lamentablemente, con el pasar del tiempo, algunos se olvidan del Primer Amor y terminan por preocuparse solo en “hacer”, olvidándose de “ser.”
Tal vez, este sea el motivo por el cual muchos se volvieron “ex” y abandonaron el Altar. Esto sucede a causa de la vanidad, que genera una necesidad de reconocimiento y popularidad. Una vez queesto ocurre, la caída, por lo general, está cerca, así como Dios lo afirma en Proverbios: “Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios.” (Proverbios 16:18-19)
En el sentido espiritual, la vanidad no solose relaciona con el hecho de que la persona se maquille en exceso y se haga excesivas cirugías plásticas, sino también con la arrogancia de creer que ya lo sabe todo, el deseo de ser aplaudido en todo lo que hace y pensar que solo porque logró un título, no necesita buscar más a Dios como las demás personas.
“Una cosa es atender a las necesidades del cuerpo, de la materia, y otra muy diferente es atender a las necesidades del cuerpo espiritual, de nuestro interior. El que es inteligente, cuida su interior más que su exterior; porque cuando la persona está bien por dentro, de la misma manera, lo estará en su exterior. Si usted está mal en su interior, todas las ofertas que le hagan nunca lo satisfarán”, explica el obispo Edir Macedo.
En la Biblia, hay una historia que enseña mucho sobre este tema: la del rey Salomón. Él vivió en el auge de las riquezas y de los placeres, sin embargo, al final de su vida, llegó a la conclusión de que si el ser humano no se vuelve a Dios, solo se convertirá en un vanidoso. “Palabras del predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 1:1-3)
¿Cómo vencer ese sentimiento?
De hecho, la vanidad es extremadamente peligrosa, ysegún el obispo Macedo, es capaz de derrumbar, incluso a los que, aparentemente, son indestructibles. “Los que tuvieron mucho, pero despreciaron la Palabra que sale de la boca de Dios, hoy están en el infierno. Los que experimentaron la gloria de este mundo, pero no le dieron atención a la Palabra que sale de la boca de Dios, están gritando y no hay quien pueda salvarlos, porque no tienen más salvación ni oportunidades.”
Pero ¿cómo vencer el deseo de seguir siendo reconocido y admirado por los demás? Según el obispo Macedo, es necesario sacrificar la intelectualidad y la apariencia ilusoria de la posición paracomenzar todo de cero, si es necesario.
“¿De qué sirve que usted enfoque su vida en la posición, en los logros, si todo eso se quedará? Sin embargo, la Palabra que sale de la boca de Dios, que es el Espíritu Santo, hace que podamos superar toda la vanidad y vivir toda la eternidad”, afirma.
Cuando Jesús dijo, “… Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, éste la salvará.” (Lucas 9:23-24), Él dice que neguemos todo, todoel equipaje, todo el orgullo, toda la soberbia, toda la vanidad.
Por eso, es necesario que usted sacrifique todo lo que lo aparta de la presencia del Altísimo para que pueda acercarsea Él y hacer que Él sea el primero. Para lograr esto es necesario que usted tenga el Espíritu Santo.
No importa cuál es su cargo en la iglesia, o fuera de ella, lo que importa ante los ojos de Dios es que usted sea Su hijo por completo, no solo en la apariencia, y que busque exclusivamente el reconocimiento que viene de lo Alto, como Él nos instruyó a través del profeta Jeremías: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice el Señor.” (Jeremías 9:24)