Juan 19:38-42: Después de todo esto, José de Arimatea, (que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos)…
Vea que José de Arimatea era discípulo de Jesús, pero oculto. El miedo estaba por delante de él, antes de Jesús. Él amaba a Jesús, pero no asumía aquello que creía. ¿Y por qué? Porque él consideraba más agradar a los judíos, que tenían posición, que propiamente a aquello que creía.
… rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús…
Aquel discípulo que tenía mucho miedo de los judíos, ahora era el que daba la cara frente a Pilatos, rogándole que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús. Con certeza, todo aquello que Jesús había hecho por amor a él quemaba en su interior.
… También Nicodemo, (el que antes había visitado a Jesús de noche), vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras…
Aquellos que habían estado escondidos por colocar el miedo por delante, fueron los que ahora dieron la cara para hacer algo a cambio.
Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos…
¿Quién pensó en el cuerpo de Jesús? ¿Quién, con cariño, se preocupó por depositar lo mejor en Su muerte? Aquellos que no valoraban, que tenían miedo de asumir. Y vea aquí que, incluso en nuestras debilidades, Dios Se hace presente en nuestra vida. Yo veo aquí el Poder de Dios convenciéndolos de su cobardía.
Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. (2 Corintios 12:9)
…Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.
Ni el Dios Padre, ni el Dios Hijo, que es el Señor Jesús, se preocuparon por el lugar donde colocarían el cuerpo de Jesús. Y hoy las personas intentan alistar todo para sus propias vidas, dejando todo bajo control, para que el día de su muerte tengan todo preparado. Sin embargo, no fue eso lo que Jesús y el Padre hicieron. Él vivió un día a la vez, sin preocuparse por el mañana. Y en la debilidad de aquellos que querían seguir a Jesús, fue donde habitó el Poder de Dios, haciendo entonces la Obra en la vida de ellos.
Su debilidad, con certeza, fue expuesta delante del sacrificio que Jesús había hecho, y así ellos fueron usados en el momento en que, aparentemente, Jesús no estaba allí, y ellos no tendrían ninguna ganancia.
Colaboró: Viviane Freitas