“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
(Hebreos 11:1)
En Marcos 5:25-34 encontramos la historia de una mujer desacreditada. Todo lo que se podía hacer había sido hecho, y… ningún resultado. Doce años de hemorragia diaria parecían una eternidad. Los médicos, los remedios e incluso la medicina alternativa habían consumido todos sus recursos, y… nada. Sus familiares, sus vecinos y sus amigos no habían podido ayudarla; las palabras de esperanza y consuelo no habían servido.
Pero alguien le habló de Jesús, sus fuerzas fueron recobradas, su fe renació y ella actuó; en busca del Desconocido Poderoso. A pesar de la condición física extremadamente debilitada, sumada a las dificultades del viaje, eso no le impidió vencer las barreras y llegar hasta Jesús.
Ni la multitud que había alrededor de Él la hizo desistir. Sus convicciones eran tan fuertes que, exponiendo o no su problema, nada le podía impedir que recibiera el milagro; ya había determinado eso; “Si tocare tan solamente Su manto, seré salva.” ¡Y sucedió! Exactamente como lo había determinado.
El Espíritu de Dios está buscando gente determinada, con convicción, decidida, audaz, osada, valiente y fuerte para manifestar Sus Grandezas; gente que asuma la fe independientemente de las dificultades.
En cada milagro hay una guerra entre las convicciones personales y las circunstancias aparentes. Quien cree en las Promesas se las reclama a Quien las prometió; lucha con las armas de la fe y conquista, “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos” (2 Corintios 10:4-5).
Quien no cree intenta, experimenta, arriesga, se aventura, o cuenta con la suerte.
Haga clic aquí y vea el mensaje anterior.
El Espíritu de Dios está buscando gente que asuma la fe independientemente de las dificultades.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo