“Cuando se acercaban a Jerusalén, junto a Betfagé y a Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió dos de Sus discípulos, y les dijo: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo.” (Mateo 11:1-2)
La Biblia da detalles, y cada detalle tiene un significado. Jesús pidió un pollino que nadie había montado, es decir, Él sería el primero.
“Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.” (Marcos 11:3)
¡Es como mínimo curioso que el dueño de todas las cosas de la tierra necesite un pollino!
Ese pollino es usted, soy yo. Un pollino que Dios, en Su infinita grandeza, dice que necesita (o hace como que lo necesita). Observe la humildad de Dios, ¡y aún hay personas que no tienen conciencia de que son ellas las que Lo necesitan!
Tal vez usted diga que no necesita a Dios para nada en la vida, porque su capacidad ha suplido sus necesidades, no obstante, hay una cosa para lo cual Lo necesita, para resolver el problema de la muerte. El ser humano aún no logró resolver este problema; el único que lo logró fue Jesús.
Así como el asno, el ser humano tiende a ser terco, a veces, ¡mucho más que un asno! Esto no es un invento mío, sino que la Palabra de Dios lo dice:
“El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, Mi pueblo no tiene conocimiento.” (Isaías 1:3)
El animal es capaz de reconocer al dueño que lo alimenta, pero el ser humano muchas veces no reconoce al que le da el aliento de vida. Este es el gran problema.
Aquel pollino estaba atado (así como muchas personas actualmente) y solo se volvió libre cuando se lo llevaron al Señor Jesús para que lo montara. Cuando Le entregamos nuestra vida a Jesús y dejamos que nos guíe, nos volvemos libres. Hay personas que no se entregan a Dios porque tienen miedo de que la religión las aprisione, pero no se dan cuenta de que, cuando una persona se entrega al Altísimo, no pierde la libertad, sino las cadenas que la ataban a las vanidades, a la opinión de los demás, a las adicciones, entre otras cosas.
“Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron. Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.” (Marcos 11:4-6)
Esos dos caminos no están aquí por casualidad. Si usted aún no Le entregó su vida a Dios, está entre dos caminos: el camino de la vida eterna (que resuelve el problema de la muerte) y el camino de la destrucción (el de estar sin Dios durante toda la eternidad).
Usted debe tomar una decisión.
Jesús vino al mundo, murió en la cruz y, al no tener pecado, la muerte no pudo detenerlo, sino que Él la venció y resucitó.
Si cree en Jesús y Le permite ser el primero en su vida, usted también resolverá el problema de la muerte.