“(…) si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” Filipenses 3:11
Meditando sobre este texto sagrado, fui profundamente tocado por esta afirmación de un hombre de Dios, cuyo legado dejado ha bendecido a miles de millones de personas desde su partida hacia la gloria eterna. Y lógicamente me refiero al apóstol Pablo.
Sabemos cómo se produjo su conversión, cuánto sufrió para ser reconocido como escogido por Dios para una obra salvadora entre los gentiles (no judíos), y que, en el ejercicio de su ministerio, enfrentó injusticias, azotes, prisiones, traiciones, naufragios y otras cosas que muchos de los predicadores de hoy nunca sufrirán. Finalmente, fue arrestado en Roma y, aun así, continuó edificando a la iglesia a través de las cartas, que hoy son las epístolas bíblicas que tanto nos bendicen, y también atendió a las necesidades de los enfermos y perturbados enviando sus pañuelos de uso personal, y así muchos milagros sucedieron.
En el contexto del versículo anterior, esta ofrenda viva, Pablo, afirma:
“Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo (…) por Quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo (…).” Filipenses 3:7,8
¡Las “pérdidas” de Pablo fueron grandes e innumerables!
Pero, vayamos al punto. Después de todo lo que enfrentó y pasó, por amor a Jesucristo y por amor a las almas perdidas, simplemente afirma que se ofrendó de esa manera sobre el Altar de Dios, “para ver SI en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos, o salvación”.
Cuando le decimos al pueblo de la iglesia: “quien tiene certeza de la salvación, levante la mano”, normalmente vemos a la mayoría (me incluyo) con la mano levantada. Ahora, vamos a pensar: no creo que Pablo tuviera ninguna duda sobre su condición de salvo, especialmente siendo el siervo de Dios que era, pero él entendía que la SALVACIÓN tiene un precio incalculable, pues, si así no fuera, para poner la SALVACIÓN disponible para todos, Dios hubiera enviado a cualquier otro ser celestial, sin la necesidad de enviar a Su Único Hijo para ser sacrificado como Él fue.
Por eso, él afirma: “(…) SI en alguna manera…”
Él quería la SALVACIÓN de su alma, más que cualquier otra cosa, y como no sabía el precio exacto, no dejaba de “pagar” por ella, temiendo que el precio ya pagado no fuera “suficiente” (¡demasiado fuerte!).
Pregunta: ¿Estamos “pagando o sacrificando” más y más, día tras día, para que “en alguna manera” podamos alcanzar lo más precioso que existe, que es la SALVACIÓN?
La próxima vez que oigamos la pregunta, “¿quién tiene certeza de la SALVACIÓN?”, que venga a nuestra mente esta visión que el apóstol Pablo nos pasa, ¡enseñando que el valor de la SALVACIÓN es INCALCULABLE!
Para su información y como ejemplo, el precio del yate más caro del mundo fue calculado en 4.800 millones de dólares. Alguien lo compró porque quería ese yate más que cualquier otra cosa, y “a cualquier precio”. ¿No debe, o debería, ser así con la SALVACIÓN?
¡Que esta visión nos dé coraje para sacrificarnos continuamente para que podamos llegar a la RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS!