Los puentes son instrumentos que unen dos lugares separados por un obstáculo, un curso de agua, un gran vacío. Al igual que los lugares, las personas también pueden necesitar, en algún momento de la vida, una base que las ayude a atravesar una dificultad sin perderse en el medio del camino y que también las ayude a llenar el espacio vacío que existe en su interior.
Un suicida, imbuido por un sentimiento egoísta, se encuentra dispuesto a terminar con su propia vida. Pero ¿a cambio de qué? ¿Paz, tranquilidad, cura, redención? Piensa que no pertenece más a este mundo. Entonces, ¿a cuál pertenecerá después de la muerte? Él necesita ser reconfortado. Necesita tener a alguien que lo escuche, que dude de sus intenciones y lo cuestione sobre su (in)decisión.
Una palabra puede salvar un alma
Cuando el suicida se encuentra con un puente alto, largo y oscuro, solo se tiene a sí mismo, y no piensa en terminar de atravesarlo. Él da el primer paso ya pensando en parar. Es cuando puede encenderse una luz, que sea lo suficientemente fuerte como para no obnubilarlo, pero tampoco dejarlo indiferente.
“¿Qué ha pasado con usted?”; “¿Qué lo ha perturbado?”; “¿Por qué no nos cuenta lo que le está sucediendo?”; “Nosotros siempre estaremos aquí para ayudarle”. Esas frases resuenan en cada paso de la breve caminata, intercaladas con partes de una canción simple y bonita, o un chiste, o la fotografía de alguien sonriendo, complacido con la vida. Todo lo que pueda inspirar nuevos pensamientos de vida. Una palabra puede salvar un alma.
En medio a todo eso, el mismo puente que iba a servir como propulsor hacia la derrota, ahora le ofrece al suicida una chance de entender, aceptar y vivir. Es como si el puente fuera un viejo amigo y estuviera hablando con él, hasta que se dé cuenta que estaba haciendo el camino de regreso y regresando al punto en el que comenzó – del que se suponía que sería su final- que era tan solo el comienzo.
Una idea puede salvar una vida
De los países que participan en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), Corea del Sur, tiene la tasa más elevada de muertes por suicidio, 15 mil en 1 año (2011). Por ese motivo, el puente Mapo –sobre el Han River- en Seúl (la ciudad que concentra más del 17% de los casos) fue escogido para recibir la intervención publicitaria descripta en la primera parte de este artículo.
Sí, el puente que habla con las personas existe de verdad. Allí se instalaron sensores en el enrejado para que se enciendan 20 mensajes diferentes, cada vez que un peatón pase por ahí. Entre setiembre y diciembre de 2012, mientras estuvo habilitada esta acción, la tasa de suicidio en ese lugar bajó un 85%. La instalación fue llamada Bridge of Life (Puente de la Vida).
Aun sin un puente físico, nosotros podemos ser el eslabón entre alguien que desistió de vivir y Aquel que es el Dueño de la vida, con solo una palabra.
“…pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” 1 Corintios 10:13