Nada en este mundo es más importante que la garantía de la Salvación eterna del alma. Jesús dijo: ¿Cuál es el provecho de ganar el mundo y perder el alma? Es imposible conquistarla y mantenerla sin la participación efectiva del Espíritu Santo. Solo Él es capaz de enseñar, guiar, fortalecer, sustentar y mantener a los seguidores de Su Hijo en el Camino.
Toda rama que no da fruto es cortada. Permanece en el árbol solo la rama que da fruto. El Espíritu Santo es la Savia que le da vida a la rama. Sin eso, se seca.
Ya vi a mucha gente ser curada de muchos males y enfermedades, liberada de toda clase de espíritus inmundos, conquistar una vida económica estable, en fin, alcanzar maravillas por la fe y, enseguida, abandonarla. Lamentablemente, la mayoría se olvida de que, si por la fe se conquista, por la duda se pierde. La fe necesita manutención, de lo contrario, se evapora.
Solamente los sellados con el Espíritu Santo han permanecido firmes. Son los verdaderos “llamados y escogidos”.
A muchos ha llamado Dios, pero, pocos han sido escogidos. ¿Injusticia Divina? No. De ninguna manera. Así como la Salvación del alma es ofrecida a todos, también para todos ha sido el bautismo con el Espíritu Santo. El problema es que no todos están dispuestos al sacrificio de la propia vida. ¿Qué hacer?
Todo bien material necesita manutención. Lo mismo sucede en relación al mayor bien espiritual: la Salvación del alma. El Espíritu Santo es la Llama que impide que la fe se apague. Él es el Sello de garantía de la vida eterna.
“…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y Me seréis testigos… Hechos 1:8