¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? Mateo 23:17
Nunca me di cuenta de esa revelación gloriosa. Pensaba para mí, el Señor reprobaba a aquellos sacerdotes hipócritas porque ellos no le prestaban atención a la importancia del Altar. En la misma proporción en que sus ojos espirituales estaban bloqueados, sus ojos físicos estaban abiertos y encantados con lo que se depositaba en el Altar. Ese ha sido el mayor motivo de que la mayoría cristiana evangélica, en especial pastores, estén atontados en sus pecados y, lo que es peor, haciendo la vista gorda a los pecados de sus respectivos miembros.
No se trata solo del foco en la ofrenda, sino de la consideración para con el propio Señor y Salvador.
Quien considera al oro más importante que al Altar tiene los ojos en la ofrenda y desdeña al ofrendante.
Quien considera al oro más importante que al Altar ¡nunca nació del Espíritu! O como mínimo Lo opacó priorizando lo material y despreciando lo espiritual.
Quien considera al oro más importante que al Altar está apasionado por el número de miembros y poco le importa el número de almas salvas.
El pastor “caído” por el brillo del oro (ofrenda) se asemeja a Lucifer cuando andaba en el brillo de las piedras (Ezequiel 28).
Dios conocía muy bien a Abraham. Aun así lo probó. Lo mismo sucede en relación a cada uno de nosotros. Él nos conoce bien, por dentro y por fuera. Sin embargo, aun así, permite que seamos probados para que nos conozcamos. Para que conozcamos el estado real de nuestra fe. Canal de comunicación con el Señor.
Mientras el rey David se perdía en los delirios del pecado, su alma agonizaba de tristeza por estar lejos de la salvación.
No estoy juzgando a nadie, sino tratando de alertar a los pastores con respecto al estado deplorable de sus ovejas en virtud de que se enfoquen en el oro y se relajen con el Altar.
Que el Espíritu del Altísimo despierte a los sinceros del sueño de la muerte y haga que suceda un avivamiento en Su Iglesia.