“Habló el Señor a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes.”,
(Levítico 13:1-2).
El Tabernáculo, templo móvil de los israelitas cuando viajaban por el desierto en su camino hacia la Tierra Prometida, era siempre el centro del campamento. Alrededor de él, las otras tiendas eran montadas en un orden preestablecido, conforme las Doce Tribus de Israel. Era, en una comparación simple, como si el Tabernáculo fuera un templo en una plaza central de una pequeña ciudad, y los grupos de las demás tiendas fueran distribuidos a su alrededor como pequeños barrios, de acuerdo a sus tribus.
Sólo que el Tabernáculo no era solamente destinado a la adoración. También era lugar de consejo, instrucción y recibía cualquier persona del pueblo que sospechara tener alguna enfermedad. En caso que fuera detectada por los sacerdotes, como está citado en el pasaje de Levítico de arriba, eran tomadas las debidas providencias (como tratamiento y hasta aislamiento) en caso de males contagiosos. Eran intermediarios entre el hombre y Dios, pero también eran los médicos y enfermeros de la época. En tiempo de viaje por el desierto, cualquier mal que se esparciera podría significar el fin del pueblo, y todos los cuidados eran pocos.
Cuando una hebrea daba a luz, por ejemplo, el sacerdote analizaba su estado, acompañaba su cuidado y decidía cuando ella podía regresar a sus actividades normales sin perjudicar su salud y la del bebé. También era el sacerdote, tal como hoy hacen los rabinos, que realizaban la circuncisión (utilizada inclusive por no judíos en varias culturas, como medida de higiene y prevención de enfermedades). La pequeña cirugía de remoción del prepucio tenía su carácter profiláctico, además de sagrado.
“Habló el Señor a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda.
Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación.”,
(Levítico 12:1-4).
Cuando la Biblia presenta la palabra “inmundo” en el contexto de la salud, se refiere a portadores de enfermedades contagiosas o a quien estuviera en estado muy frágil, sujeto a infecciones, y debería estar aislado de los demás
y de la suciedad en general, para no transmitir o contraer algo. Era parte de la observación clínica típica de los hebreos.
Al sacerdote también le cabía verificar las condiciones de limpieza de las tiendas y cualquier lugar sospechado de contaminación o plaga. La misma fiscalización sanitaria continuó siendo realizada después de la travesía del
Jordán, cuando los hebreos se establecieron en Canaán, pero en sus casas fijas. En algunos casos, el inmueble podría pasar por una rigurosa reforma o demolición, y los restos, descartados en un lugar alejado del poblado. Hasta hoy, los rabinos y sus asistentes examinan las cocinas kosher de su pueblo. Aunque los judíos actuales también consulten y se traten con médicos, la salud continúa teniendo especial atención de sus autoridades religiosas.
Antes incluso de combatir una eventual epidemia, el sacerdote actuaba como agente de salud, realizando y difundiendo medidas de prevención a enfermedades. La orientación se daba respecto a todas las costumbres cotidianas, incluyendo la alimentación, limpieza e incluso las relaciones sexuales (Levítico 15:16-28).
Además del carácter espiritual, garantizando una relación sincera con Dios, el Tabernáculo también era difusor del bienestar mental, físico y, en consecuencia, social.